EN EL BARCELONA nadie cuestiona ya la necesidad que tiene la entidad de un jugador de la altura de su estrella, el brasileño Ronaldinho, un futbolista que, además de despertar pasiones, se recrea en su liderazgo. Si a la llegada del autocar del Barcelona al hotel de concentración, los pocos aficionados barcelonistas mostraron una pequeña decepción por las numerosas bajas de ídolos, el estado de ánimo mejoró considerablemente cuando apareció Ronaldinho.