Ronaldinho quizá se subiese ayer por última vez al autocar oficial del Barcelona, el mismo del que se bajó, metafóricamente, hace ya casi dos temporadas. Solo, dentro del habitáculo de ese enorme vehículo y escondido tras una cortina, el Gaucho languideció durante casi una hora esperando a que sus compañeros acabaran de ejercitarse en el campo de entrenamiento de El Montanyá.

Allí, en el complejo hotelero que Cruyff convirtió en el santuario del mítico Dream Team , acudió Ronnie sin saber muy bien por qué y tampoco para qué.

Lesionado en el aductor derecho --una rotura fibrilar que le obliga prácticamente a decir adiós a la temporada-- el punta brasileño es ahora un convidado de piedra. Mientras, sus compañeros se fajaban en una intenso entrenamiento con la mente puesta en el Manchester.