Fue un guantazo con la mano abierta, porque se podía perder, pero no por esa sideral diferencia: 46 puntos. El Nissan Al-Qazeres Extremadura regresó de Gernika hecho pedazos y con las opciones de entrar en la fase final de la Copa de la Reina ciertamente menguadas. Una derrota más moderada las hubiese dejado casi intactas, pero ahora hay que esperar una combinación que no es sencilla.

En la última jornada, que se disputa íntegramente el próximo sábado, la principal opción pasa por ganar por 18 puntos o más al IDK Gipuzkoa, otro de los implicados en la pelea, y esperar a que el Araski se imponga en la pista del Sant Adriá.

Es la posibilidad más tangible, porque hay otra bastante remota: que Sant Adriá y Cadi La Seu ganasen a Araski y Gernika y que la hipotética victoria del Al-Qazeres frente al IDK Gipuzkoa se produjese por 34 puntos más de diferencia que la que sumase el Cadi La Seu.

Antes hay que levantarse del durísimo golpe sufrido en Euskadi. El enfado es monumental en el club y su entorno. Nadie esperaba un resultado así, que es el más abultado en contra desde que milita en categorías profesionales.

Las jugadoras descansaron ayer después de un interminable viaje mientras que desde el cuerpo técnico y la directiva se buscaban explicaciones a lo sucedido. El partido estuvo perdido prácticamente desde el principio, llegándose al descanso con un 41-20 desfavorable. Sin embargo, lo peor estaba por llegar en la segunda parte, con nuevos parciales gigantescos que dispararon la diferencia. Y en este caso no daba nada igual por cuánto se produjese la derrota. El equipo se resintió especialmente de la baja anotación de Alexis Jones (7 puntos, cuando promedio ronda los 25) y la pasividad reboteadora de Shayla Cooper, que solo capturó dos en 38 minutos en pista. Pero la mala actuación fue generalizada. Prácticamente nadie se salvó en una tarde negra que tardará en olvidarse por la forma en la que se desarrolló.