Un Barça plagado de suplentes consigue vencer al Rubin Kazan por primera vez después de cuatro enfrentamientos en las dos últimas temporadas. Los rusos no dieron el partido por perdido en ningún momento y pese a que no solo les bastaba vencer para clasificarse sino que lo tenían verdaderamente complicado puesto que dependían de lo que hiciera el Copenhague en su partido contra el Panathinaikos, no se achicaron frente al siempre todopoderoso equipo azulgrana y jugaron con soltura durante toda la contienda.

Sin embargo, aunque para los de Pep Guardiola se tratara simplemente de un trámite para pasar a octavos y jugara con el "equipo b", el Rubin Kazan se despidió de la mejor competición europea en el coliseo culé, ahí donde hizo sufrir a la parroquia barcelonista hace un año y empezó a ser conocido y reconocido en Europa por esta misma gesta. En fin, paradojas de la vida.

Así, los canteranos Fontás y Víctor Sánchez hallaron la pócima para vencer a los rusos en un enfrentamiento que adormeció a los presentes y que solamente se convirtió en algo vistoso por la picardía de Thiago. Debido al evidente aburrimiento, Guardiola se percató del letargo del público y llamó a quien no conoce la apatía futbolística, Leo Messi. De este modo, el argentino despertó a los culés haciendo de las suyas y, a pesar de que no consiguió marcar, hizo que los congregados no se arrepintieran (del todo) de haber acudido al templo azulgrana. Por otro lado, sendas lesiones de Jeffren y Bojan ensombrecieron la alegría del Barça.

Nada más que reseñar en un partido sin chispa, no solo por no haber jugado el once de gala al tratarse de un partido formalidad, sino por las circunstancias en general, pues la manita a los merengues está muy reciente y los culés siguen embriagados de espectáculo y buen fútbol.