El declive no existe. Posiblemente no haya un ciclista menos incuestionable en la historia de este deporte que Lance Armstrong. Sólo él se ha fijado una fecha de caducidad. Sólo él es capaz de decir basta. No hay nadie en la faz de la tierra, al menos montado sobre una bicicleta, que sea capaz de hacerle sombra. El tejano, el seis veces ganador del Tour, inició ayer de forma solemne y brillante el camino hacia un séptimo triunfo en París. Sólo se le escapó la primera victoria de etapa, que consiguió su compatriota David Zabriskie, porque se le salió el pie del pedal derecho nada más descender de la rampa de lanzamiento. Dobló a Jan Ullrich. Lo humilló. Lo dejó con la moral por los suelos en una contrarreloj inaugural de la ronda francesa en la que fracasaron todos los españoles de forma rotunda.

Si el Tour no deparase sorpresas ya se podría decir que Armstrong tiene la carrera sentenciada a las primeras de cambio. Resulta imposible encontrar, por ahora, un defecto que haga presagiar un error, un desfallecimiento del tejano. Le llaman el Boss porque es el jefe del pelotón, el corredor que es incapaz de apiadarse de nadie. Ni mucho menos de Ullrich. "Empecé lento para tratar de coger mi ritmo, pero cuando vi a Ullrich me dije que tenía que ir aún más rápido". Tanto que le dobló cuando aún quedaban algo más de tres kilómetros para la meta situada en el centro de la isla de Noirmoutier, en la costa atlántica francesa.

FRACASO DE MAYO Y, seguramente, de haber tenido la contrarreloj algo más de 19 kilómetros, también habría devorado a Ivan Basso, dos de sus principales enemigos. Porque a Iban Mayo ni siquiera lo vio en sueños. El vasco firmó una contrarreloj horrorosa. No sólo fue el peor de su equipo. Fue el último entre los 35 españoles participantes. Sólo 14 de los 189 corredores apuntados al Tour hicieron un tiempo más malo.

No fue, por lo tanto, un buen augurio para empezar el Tour con buen pie, en una jornada inicial en la que no destacó ni un solo español. Qué distinto, en cambio, el genio y la figura de Armstrong. El americano empezó a ofrecer ayer las primeras imágenes para la posteridad en la que parece será la ruta hacia su séptima victoria. Primero la estampa amorosa. El sobre la rampa de lanzamiento y su novia Sheryl Crow, junto a las vallas, como una seguidora más, elevando el pulgar hacia el cielo en señal de suerte y victoria. Después doblando a Ullrich, perseguido por una docena de motos, que hasta daban la impresión que les costaba seguir la estela del tejano.

RECORD DE VELOCIDAD En efecto, sólo Zabriskie, un antiguo gregario fichado por el CSC y que ya ganó la gran contrarreloj del Giro, fue capaz de pedalear, casi volar, más rápido que Armstrong. Y los dos consiguieron batir el récord de la contrarreloj más rápida de la historia, que poseía Greg Lemond desde 1989, cuando dejó a Laurent Fignon con un palmo de narices en los Campos Elíseos. Ullrich había dicho que no se relacionaba con Armstrong. Ni siquiera tenía su número de móvil. Seguro que tras lo sucedido ayer no le pedirá el teléfono.