Sería un sorpresón que Bryan Ruston Sallier volviese a enfudarse la camiseta número 8 del Cáceres Destino Turístico para jugar un encuentro oficial. El jugador regresó el sábado a EEUU, a su casa de Dallas (Texas), y es complicado que vuelva, al menos para ejercer como profesional de baloncesto en Extremadura. Dispone de un billete de avión proporcionado por el club, pero nadie parece quererle dentro del Cáceres. Ni siquiera él está cómodo, decepcionado por el dinero que se le debe.

Defraudado también está Ñete Bohigas, su entrenador, que le fichó cuando no tenía otra oferta el verano pasado para relanzar su carrera. No lo ha conseguido del todo: justo cuando hizo su mejor partido en su segunda etapa en Cáceres (22 puntos y 8 rebotes ante el Menorca) dejó de entrenar porque su salario no estaba al día . "Necesitamos gente comprometida, que nos pueda ayudar", afirmó ayer el técnico en la Ser. Según confesó, aunque Sallier hubiese querido jugar el pasado viernes en León, él no lo hubiese alineado debido a sus reiteradas ausencias en los entrenamientos. "Son más importantes los que están que los que no están" es su frase favorita de las últimas semanas, intentando frenar su tono de creciente desazón: "Hubiésemos podido ser primeros al final de primera vuelta, pero...".

En el club hasta se tiene la impresión de que, en realidad, Sallier quiere dejar el baloncesto porque ha visto que "su objetivo era volver a la ACB y ya ha visto que no lo va a conseguir".

LA SOLUCION Lo más paradójico es que el Cáceres tiene en sus manos el documento que supone solventar su falta de liquidez, pero ninguna entidad bancaria acepta canjearle esa certificación de la subvención del ayuntamiento (360.000 euros, 60 millones de pesetas) por dinero contante y sonante.

Se apela de nuevo a la paciencia de los jugadores, algunos de los cuales podrían unirse a Sallier en no regresar el día 28, cuando están citados para entrenar. Mientras, el Cáceres apuntala sus opciones de acoger la Copa Príncipe de Asturias sin que le suponga gran gasto.