Puertollano hace honor a su nombre. Colinas afiladas y secas parecen proteger a la ciudad manchega de cualquier contacto con un repecho que corte la respiración. Así es imposible que se fraccione el pelotón de la Vuelta. No queda más remedio que tomar una decisión, como si fuera una consigna. Primer día de verdadera calma, entrenamiento con dorsal en la espalda, a dejarse llevar, a cubrir kilómetros y a pensar en el día de mañana, en Avila, meta que Alejandro Valverde, el líder, tiene marcada en rojo. "No se quiere ir de la carrera sin ganar también una etapa y la de Avila le va como anillo al dedo, y de paso sumar una bonificación", dicen en su equipo.

Avila es la cita de mañana porque hoy, camino de Talavera de la Reina, tampoco se esperan grandes sorpresas. Transcurrirá de este modo la segunda jornada en la que Samuel Sánchez también recuperará energías. El campeón olímpico quiere ganar la Vuelta. Lleva todo el año entrenándose para ello. Y él es así, se siente más a gusto en la tercera semana, como si fuera un buen vino que madura encerrado en el roble. "No me puedo presentar a la contrarreloj del sábado con 1.10 minutos perdidos con Valverde. Debo hacer algo antes". El también piensa en Avila, pero sobre todo, el viernes, en la bajada de Navacerrada. El campeón olímpico pasa por ser el corredor que mejor y más rápido desciende en una montaña y cree que si llega con 30 segundos perdidos a la crono de Toledo puede ocurrir de todo.

Ayer Samu Sánchez, como Alejandro Valverde, solo se preocupó de no verse acorralado en la brutal caída final y se desentendió de pelear por el esprint que ganó André Greipel.