Intermedio y resignación. En la grada, Juan Francisco Luis con su familia. "Tenía ganas de ver un partido relajado", decía. En los retretes, orinaban con bala. "El Saponi, desde lo de Felipe Vela no ha vuelto por el palco, no vaya a ser que lo abronquen", miccionaba uno. "Y los del PSOE, que han puesto un mitin en el V Centenario a la hora del partido", desbebía otro.

Final, victoria y apoteosis. La grada en pie, con la piel de gallina, gritando hasta quebrarse el nombre de su equipo y de su ciudad: "¡Cáceres, Cáceres!". Era emocionante ver a siete muchachotes, que cualquier día tendrán que hacer de gorrillas en la Concepción para pagarse el alquiler, luchando por un club, por un pueblo que paga poco y promete mucho, y respondiendo a los gritos con besos. Un aficionado, ebrio de felicidad y de ira, lanzaba la consigna de la noche: "Cáceres sin políticos". Esto no es la ciudad feliz . Esto es ya la ciudad ácrata .