Michael Schumacher dejará el mejor legado que podía a Fernando Alonso: la reválida ante el mejor piloto de la historia, un feroz competidor con un gran coche, un caníbal que ha roto todos los récords de la F-1 y que ha medido el talento del asturiano con siete triunfos, que obligan a decidir el título en la última carrera después de librar la madre de todas las batallas.

Desde el principio no ha habido tregua. El duelo entre Schumacher y Alonso comenzó en el Gran Premio de Bahréin. Allí el piloto alemán ya dejó ver su ambición y el potencial de Ferrari con un mano a mano que se apuntó el piloto asturiano por cuatro segundos de ventaja.

Los problemas llegaron después. Los nuevos motores Ferrari se rompieron en Malasia y los neumáticos se la jugaron en la tercera cita, Australia. Su equipo eligió un compuesto demasiado duro y Schumacher acabó estrellándose contra el muro. "Aún queda mucho campeonato. Estamos trabajando bien y lucharemos por el título hasta el final", repetía, mientras la distancia con Alonso se hacía mayor.

Bridgestone cambió de estrategia y Ferrari evolucionó el motor, los frenos, las suspensiones. Schumacher ganó en Imola y Nurburgring, sus dos casas, el escenario perfecto para su primera remontada, para acercarse a solo 13 puntos de Alonso, tras haber estado a 21. "Hemos solucionado los problemas y sabemos cuál es el camino, ganar carreras", insistía, inyectando moral a un equipo que veía sombras de los problemas de 2005. "Nuestro equipo es grande, sus componentes los mejores, tengo un gran afecto por la gente de Ferrari y estoy más que satisfecho de la forma en que trabajan siempre. Se gana juntos y se pierde juntos", recordó ayer.

ORGULLO DE CAMPEON Alonso le asestó un duro golpe ganando cuatro carreras consecutivas: España, Mónaco, Gran Bretaña y Canadá. Fue el ciclo negro del alemán, incluido su peor momento, cuando la ambición le perdió y atravesó su coche en la Rascase de Mónaco durante la calificación. Las críticas se cebaron en él. La prensa, los pilotos, los expilotos... todos arremetieron contra su conducta. Pero aguantó el temporal y no pidió disculpas para no socavar su competitividad. El chaparrón de Alonso siguió hasta Canadá, donde ganó y dejó al alemán a 25 puntos.

Fue en ese momento, en el momento en el casi todo el mundo le apartaba del título, cuando sacó todo su orgullo. "Tengo la suficiente experiencia en la F-1 y la confianza en mi equipo como para decir que no hay nada resuelto. Lo que ha hecho Fernando en la primera mitad de temporada lo podemos hacer nosotros en la segunda", proclamó al llegar a Estados Unidos. Pocos le creían. Apenas Jean Todt, Ross Brawn y el resto de ingenieros de Ferrari que han trabajado con él en los últimos 10 años. "Sé la evolución que experimentará el coche y podemos remontar", anunció antes de asestar su primer gran golpe en Indianápolis, comiendo de un golpe seis puntos al asturiano. "Esta es la prueba de que aún queda mucho campeonato", proclamó tras bajarse del podio.

HORA DE REMONTAR Los triunfos en Francia, territorio de Renault, y Alemania, de nuevo en su casa, colocaron a Schumacher a solo 11 puntos. La prohibición del mass damper para mejorar el equilibrio de las suspensiones de Renault y el bajo rendimiento de los coches galos en Hockenheim dieron el empujón definitivo a las aspiraciones del alemán de dar caza a su gran rival.

En Hungría cometió su tercer error, al ser penalizado por adelantar a Alonso en los entrenamientos con bandera roja. La lluvia dejó para el recuerdo la mejor carrera del asturiano, su abandono, y la capacidad de Schumacher para pelear hasta el final contra todo y contra todos. Ambos lo tuvieron todo ganado y perdido en esa carrera que dio a Schumacher un punto postrero que dejó la diferencia en 10. La victoria en Monza el día del anuncio de su retirada, en la carrera que vio el segundo abandono de Alonso, le colocó el cartel de favorito. En Shanghái recortó los dos puntos que aún le separaban de Alonso. Lo hizo en su mejor carrera del año, saliendo sexto, sobre un asfalto mojado que le torturaba para emprender la remontada cuando la pista se fue secando. Ganó. Superó a Alonso en victorias y llegó a Suzuka con todo igualado, dispuesto a jugarse en dos carreras el título.

Ayer, el motor le dejó tirado cuando era líder. Otro hubiera maldecido a su coche, a sus ingenieros, a sus mecánicos. Schumacher llegó al box y estrechó la mano de sus hombres, uno por uno.Tiene casi imposible marcharse como campeón, pero luchará hasta el final también por el título de constructores. "Haremos todo lo posible", dijo ayer. Y lo hará, como siempre.