Al salir de la escuela era imprescindible el partido en la plazuela de Santiago. Todos queríamos ser como Zarra. Bueno, todos no. Porque los que jugaban mal debían emular a Ramallets. En el Rodeo sucedía otro tanto. Porque nadie remataba de cabeza como él y si algo nos gustaba los mozalbetes era marcar goles.

En aquellos tiempos la mayoría de los chiquillos éramos partidarios del Atlético de Bilbao. Su delantera era tan célebre que el mejor piropo que se le podía decir a una chica era: "Tienes mejor delantera que el Bilbao". Pero no le veíamos jugar nunca porque no había televisión.

Nos conformábamos con los cromos. Hasta que un día mi padre me llevó a Chamartín y le vi marcar tres goles al Valladolid en una final de la Copa del Generalísimo. Mi progenitor debió verme tan entusiasmado que me advirtió: "Tú a quien debes imitar es a Azorín". Luego resultó que ni una cosa ni otra.

*Profesor.