Fue un acto sencillo, sin lágrimas («emocionado estoy, pero es que soy un tío duro»). Todo el mundo en la sala de prensa del pabellón Multiusos sabía que Sergio Pérez iba a anunciar su retirada del baloncesto. Pero también dio como mínimo dos titulares: que seguirá en el Cáceres Patrimonio de la Humanidad como gerente y que en las últimas semanas ha jugado lesionado en el tendón de Aquiles de la pierna derecha.

Esto último es todo un ejemplo del sacrificio que un tipo de casi 39 años --los cumplirá en septiembre-- ha hecho en las tres últimas temporadas, en las que ha reiterado que ha sido «muy feliz». El de mañana ante el Tau Castelló será su último encuentro a no ser que sus servicios se necesiten en el cierre de la liga regular en la cancha del Trapa Palencia.

«Tampoco hay que hacer de esto algo mucho más grande. Estoy muy agradecido a todo el mundo de darme la oportunidad de despedirme como todo el mundo quiere. Hace seis años estuve a punto de retirarme. Estaba asqueado del mundo del baloncesto por distintos motivos. Ahora ya me voy cuando quiero», afirmó. Al presidente del club, José Manuel Sánchez, le dejó dar la noticia de su futuro trabajo («lo puede hacer a la perfección por sus conocimientos del mundo de baloncesto y su forma de ser»). Él solo contestó que su futuro se centraba «en el entrenamiento de esta tarde y en el partido del viernes».

FELICIDAD / Pérez dio varios detalles sobre su peripecia a nivel físico de los dos últimos meses. «Estoy peor de lo que me gustaría estar. Ante el Sammic, cuando se lesionó Dani Martínez, también me pasó a mí. Me crujió el Aquiles derecho, pero no dije nada, porque lo de Dani fue una gran movida. Me lo miraron y vieron que lo tenía hecho polvo. Me hubiera gustado estar mejor estos últimos partidos, pero estoy con dolor a diario, incluso andando por la calle. Ya sabía que no estaba para jugar a mi mejor nivel, pero me mentalicé para no acabar en el baloncesto sentado en el banquilo», contó.

La situación del equipo le empujó a hacer un último esfuerzo. «Todos me ayudaron y lo hemos conseguido», agregó.

Miró hacia atrás, incluso al día de su presentación. «Me sentí abrumado con aquella rueda de prensa que me montaron. Después de aquello, nunca he estado mejor en ningún otro sitio. Es mi segunda casa. Mi hija ya habla como la gente de Cáceres. La única pena es no haber podido venir unos años para haber hecho un mejor baloncesto», sostuvo.

Nunca llegó a considerar prolongar su aventura en las pistas un año («todos éramos conscientes de que el chicle no se podía estirar más») y tampoco llegó a temer con despedirse con un descenso, pese a las siete derrotas consecutivas acumuladas en la segunda vuelta. «Siempre nos pasan cosas, pero no queda otra que tirar para adelante y aguantar. Yo tenía claro que lo sacábamos. Este es un equipo que se crece contra las adversidades. Es algo que ha pasado en los tres años que he estado aquí. En este, han ido cayendo un jugador tras otro, pero el grupo se ha mantenido unido. Parecía que podíamos jugar playoff, pero al final nos hemos tenido que conformar con la permanencia». Decir adiós a las pistas con una victoria es su objetivo ahora. «Tenemos ganas de revancha ante el Castellón por cómo perdimos allí», apostilló.

Cuando dejó de hablar, sus compañeros, sentados en las primeras filas junto al cuerpo técnico y varios directivos, le aplaudieron a rabiar. También lo hizo el presidente Sánchez, que le definió como «un histórico del baloncesto español». «Estamos contentísimos con el resultado que nos ha dado», resumió, valorando especialmente «su compromiso». También recordó las facilidades que hay para conseguir entradas a través de abonados para mañana. «Has sido un ejemplo», cerró Ñete Bohigas.