BARCELONA - 1: Valdés; Alves (Sergio Busquets, min.90+2), Piqué, Márquez (Keita, min.80), Abidal,ouré Touré Yaya, Xavi, Iniesta, Messi, Pedro (Bojan, min.66) e Ibrahimovic.

RUBIN KAZAN - 2: Ryzhikov; Salukvadze, César Navas, Sharonov, Cristian Ansaldi; Kasaev, Cristian Noboa, Semak (Murawski, min.43), Ryazantsev (Kasaev, min.83); Karadeniz; Domínguez.

GOLES: 0-1: min. 2, Ryazantsev. 1-1: min. 48, Ibrahimovic. 1-2: min. 73, Karadeniz.

ARBITRO: Laurent Duhamel (Francia). Mostró tarjeta amarilla a Iniesta, Murawski y Ansaldi.

INCIDENCIAS: Partido de la tercera jornada.

Y la primera derrota de la temporada llegó en el partido oficial número trece. Una derrota dolorosa por inoportuna e inesperada, pero quizá necesaria para que el Barcelona vuelva sobre sus pasos y recupere la esencia de su fútbol, ese exquisito fútbol de presión y toque que se vuelve vulgar cuando no se ejecuta a la velocidad adecuada.

El Rubin Kazan dio la sorpresa en el Camp Nou (1-2) ante un Barça menor que, en cualquier caso, tuvo ocasiones de sobra para llevarse el partido, incluidos dos balones al palo de Ibrahimovic y Touré Yaya en la recta final.

En cualquier caso, el arranque del choque fue premonitorio. Faltaban pocos minutos para que empezara el encuentro y, en el túnel de vestuarios, el azulgrana Piqué bosteza mientras espera, junto al resto de sus compañeros, a que el nuevo himno de la Champions sonara por megafonía para saltar al terreno de juego.

A esa hora, las gradas del Camp Nou estaban casi desiertas. Nada hacía indicar en el ambiente que había un partido importante, importantísimo para que el Barça dejara prácticamente resuelta su clasificación para los octavos de final.

Las palabras de Guardiola, en la previa, advirtiendo de que el Rubin Kazan es un rival tan desconocido como peligroso y reclamando el apoyo del público parecían haber caído en saco roto. Aún no se habían cumplido dos minutos de juego y un obús del desconocido Ryazantsev desde la frontal le daba la razón al bueno de Pep y hacía saltar la banca en las casas de apuestas.

ACOSO Y DERRIBO 0-1. Ni Kurban Berdyev, el peculiar técnico del Rubin, había soñado con un guión así para el partido de esta noche, un partido que se le puso muy cuesta arriba al todopoderoso Barça y que no logró voltear.

A partir del tanto, es cierto, los azulgranas trazaron un plan de acoso y derribo a la portería defendida por Ryzhiko. Ibrahimovic, Alves, Pedro, Iniesta y Xavi generaron media docenas de ocasiones en media hora, pero el Rubin, todo hay que decirlo, tampoco sufrió en exceso.

Los azulgranas, con un juego poco fluido, llegaban al área visitante casi por inercia. Pero faltaba algo más de movilidad arriba, una marcha más para desbordar la zaga rusa en los metros finales, una mayor dosis de determinación en cada remate a puerta.

Además, el conjunto ruso, contrarrestaba el acoso de los locales, lanzando rápidos contragolpes que obligaban al Barcelona a recular cuando parecía que más estaba atacando. Con Kaleshin y Ryazantsev, muy activos por las bandas, Domínguez solícito cada vez que su equipo lo necesitaba de boya y Semak al mando de las operaciones hasta que se marchó lesionado al filo del descanso.

Bien es cierto que, tras el gol, el Rubin no se acercó con claridad a Valdés --salvo en un tímido lanzamiento de falta del Chori Domínguez-- pero si que incomodó, con sus buenas intenciones, a los de Guardiola en diversas fases de este primer tiempo.

Solo un par de acciones de Messi en la recta final de la primera mitad parecieron reactivar al Barça y despertar al público, pero fue Ibra quien justo después de la reanudación bajó con el pecho el enésimo pase magistral de Xavi para fusilar con un derechazo a Ryzhikov (1-1).

El Barcelona se animó con el gol. Pedro y Messi estuvieron a punto de darle la vuelta al partido, pero el Rubin Kazan puso la puntilla en la única llegada clara tras la reanudación: un contragolpe conducido por Domínguez que Karadeniz culminó a velocidad de vértigo poco antes de la media hora (1-2).

Suerte del empate de Dinamo de Kiev en Milán ante el Inter (2-2). Porque sino, la derrota de anoche, además de dolorosa e inesperada, hubiese sido ciertamente preocupante.