Fiesta roja. Honor australiano. Gloria italiana. Victoria veterana. Título jovencísimo, tanto que al nuevo campeón le llaman Babyface. Proeza europea al otro lado del mundo. Himno a la alegría en un escenario de tinieblas. Ni siquiera el cielo y ese San Pedro rebelde, que siempre quiere dar la nota, pudo amargarle la celebración al segundo campeón más joven de la historia, que se hizo acompañar en el podio por su compañero, Loris Capirossi, uno de los abuelos del circo.

Fiesta grande en casa de Soichiro Honda. Y eso sí hace daño, sobre todo en gentes que no conciben la derrota. Borrachera europea en el imperio del sol naciente. Nuevo título de marcas de Aprilia, que, a su cetro en 125cc, añadió ayer el de dos y medio. Los acumula de siete en siete. Proclamación del australiano Casey Stoner que, en su segunda pelota de partido, se convirtió en el segundo monarca más joven de la historia. Apoteosis de la modesta Ducati en el circuito de la firma alada. Victoria de Capi, la sonrisa del Mundial.

REVERENCIA AL CAMPEON Todo eso, y más, ocurrió ante 57.617 japoneses que se congregaron en el templo de Honda. Ellos, tan dados a la reverencia, no tuvieron más remedio que inclinar la cabeza ante el poder rojo de Ducati. Ellos, siempre tan gentiles, acudieron como invitados de honor a la fiesta de Stoner que, en la peor carrera del año (nunca antes había terminado tan atrás, sexto), se coronó rey con solo 21 años y 342 días, 84 días más tarde que el prodigioso Freddie Spencer (EEUU) en 1983, curiosamente uno de los pocos mitos a los que él no admira. O no recuerda.

Stoner cantó el himno a la alegría, rodeado de los suyos, en otro día de desgracia para sus adversarios. Dani Pedrosa rodó por los suelos cuando era cuarto y justo dos curvas antes de entrar a cambiar su moto con neumáticos de lluvia por otra con ruedas de seco. Saltó por los aires, se dañó el pie izquierdo ("parece que no es grave", informó) y concluyó un GP del que había sido dueño y señor durante dos días y que la lluvia, su peor aliado, convirtió en un vía crucis teñido de sangre. Un rojo distinto al de Ducati.

ROSSI SE CONFUNDE La suerte que merecen los campeones volvió a esperar a Stoner en la primera curva de la gloria, en el vestíbulo del palacio de Soichiro Honda. Fue esa alteza celestial, festiva, juguetona, impredecible, como este campeonato, quien entregó la bandera australiana a Bridgestone en la vuelta de honor, conocedores ambos de la nueva desgracia que acababa de asolar al Doctor, cuya rueda delantera, que creyó pinchada o en mal estado (lo ven, truco de diosa perversa), estaba perfecta.

A esa fiesta, donde había que ganarse la invitación, tan solo asistieron su compañero Capirossi --el próximo año en Suzuki, pues Ducati lo cree ya muy viejo--, el francés Randy de Puniet --experto en agua y poco más-- y un renacido y reconstruido Toni Elías, que se subió al podio forrado de hierro, con su pierna izquierda aún renqueante.

MAL LORENZO Lo de Jorge Lorenzo empieza a ser inquietante. Se aleja septiembre, se acerca octubre, se deciden los títulos y al campeón mallorquín de 250cc se le vuelve a encoger el corazón y a acalambrar las manos. O eso pareció ayer, en Motegi, donde Giorgio realizó la peor carrera en años, terminando en una discretísima 11 posición a un mundo del vencedor Mika Kallio (KTM) y de su máximo adversario al título, el italiano Andrea Dovizioso (Honda), que ayer le recortó otros 15 puntos. Le ocurrió el año pasado y le vuelve a suceder.