Tras el inicio espectacular de España, que se saldó con una goleada que no es normal porque Ucrania tampoco está tan lejos de nosotros, está claro que, si no hay nada raro, vamos a ser primeros y cumpliremos con el objetivo. Es lo mínimo que hay que pedir a equipos como el nuestro.

Realmente el campeonato se inicia con la segunda fase, en los cruces, en un Mundial poco proclive a que se den sorpresas. Una vez lleguemos a octavos, son partidos a 90 minutos y ahí se notará más el poso de los equipos. Pero ya advertí en estas mismas páginas que hay muchas selecciones que pueden aspirar a todo, y no sólo Brasil. España, por la imagen que ha dejado, puede estar también entre las mejores. Yo pondría una pega o advertiría sobre algo: excepto en el caso de Brasil hace cuatro años, selecciones que empiezan muy fuertes no mantienen el mismo nivel a lo largo del campeonato. Es más: equipos que comienzan rácanamente terminan arriba. Es lo que pasa tradicionalmente con Italia, Alemania o la misma Argentina. Después llega la hora de la verdad y ahí no suelen fallar, ya que saben competir y jugar en los cruces. Es el único miedo que tengo sobre España: unas veces ha sido por mala suerte o por arbitrajes, sí, pero otras también por no saber competir.

Futbolísticamente, este Mundial no está defraudando, pero se confirman las diferencias entre los europeos y los africanos. Pese a que se siga hablando de ese fútbol negro y del que muchos analistas hablan a priori maravillas, la verdad es que llegan a estos campeonatos y se quedan ahí. Y es que sigue habiendo diferencias entre un fútbol desarrollado como el europeo sobre el africano, que sigue demostrando sólo fortaleza física y dureza, pero en calidad y tácticamente están muy por debajo del resto del fútbol.