Alberto Contador subió al podio de Bagnères de Luchon y se ganó una sonora pitada. A lo mejor, en el aquel instante, pensó que a Rafael Nadal también lo silban en la pista central de Roland Garros. Seguramente, en su fuero interno, se sentía feliz, porque lleva entrenando, preparándose para el momento que vivió ayer. El instante más esperado. Aquel en el que una azafata le pone el jersey amarillo.

Andy Schleck, 39 segundos después de hacerlo Contador, cruzó la línea de llegada. Caras de pocos amigos. Un cabreo de consideración. Había perdido el maillot amarillo por ocho segundos y por culpa de una avería mecánica que sufrió a dos kilómetros de la cumbre del Port de Balès, la cima de la jornada. Ocurrió en el instante en que Contador ya se había lanzado a su caza y captura con Samuel Sánchez y Denis Menchov, a su rueda. A partir de allí se inició una apasionante batalla, de persecución, entre el grupo que lideraba el corredor madrileño y el del luxemburgués. Los pelos de punta.

Hoy, seguramente, le lloverán las críticas a Contador. Lo cierto es que ayer había cierta indignación hacia el corredor español, que todavía acrecentó cuando el publicó lo pitó, antes de dedicar una ovación a Andy Schleck, cuando fue por el jersey de líder de los menores de 25 años.

LAS DUDAS Pero serán críticas injustas. ¿En qué se ha convertido el ciclismo? Una cosa es atacar a los rivales en el control de avituallamiento, cuando todos están comiendo, y la otra es pararse cuando se está jugando nada más ni nada menos que el liderato en el Tour de Francia. Basten solo las palabras de Bjarne Riis, censurado por sus decisiones estratégicas y técnico de Schleck. "Yo no sé qué habría ordenado si quién sufre la avería es Contador".

Ayer, Contador solo se equivocó en una cosa. Fue en no admitir que había visto que algo le había sucedido a Schleck. En el resto actuó tal cual lo hicieron Menchov y Samuel Sánchez. ¿Acaso ellos se pararon a esperar a Schleck? "A mí no me gustaría ganar el Tour así porque no me agradaría conseguir el jersey amarillo en estas circunstancias", protestó Schleck enfadado.

Seguramente, la amistad que unía a Contador y Schleck ya no será la misma a partir de ahora. "Todavía no he perdido el Tour", añadió el luxemburgués con ánimo de revencha. Pues menos mal que sufrió una avería porque sino la etapa de ayer victoria en solitario del campeón francés Thomas Voeckler podía haber sido de lo más aburrida.

"Habrá gente que no lo entienda. Lo que le sucedió a Schleck fue una circunstancia de carrera. Yo, además, arranqué antes de la avería. Me enteré de su problema más adelante. Los que iban conmigo tampoco se pararon", explicó Contador.

ERROR SUYO Nadie se paró. Porque lo que le ocurrió a Schleck no fue una caída, ni un pinchazo, sino un salto de cadena por cambiar de plato con brusquedad. Fue culpa suya. Un error. Una pifia. Y por un fallo del rival no hay que parar ni una carrera ciclista ni un partido de fútbol. "Yo estas polémicas no las entiendo. En mi época nos atacábamos siempre. Y éramos tan felices", recordó Pedro Delgado. "Que Schleck aprenda a manejar mejor el cambio de la bici y sus mecánicos a tenerla a punto", le recomendó Hinault. "El ataque de Contador no fue correcto", declaró Armstrong.

El primer lunes de carrera, en Spa, Bélgica, los hermanos Schleck se dieron un castañazo impresionante en una bajada llena de aceite. Contador ordenó parar y esperarles. Si todos siguen, Schleck habría perdido una minutada y ahora no estaría disputando la general del Tour. Contador le salvó la vida. "Aquel día yo fui contundente y dije a todos que había que esperarlos". Aquel día Contador dejó a Schleck sano y salvo en la general. Que lo tenga presente el ciclista luxemburgués.