El nuevo siglo ya tiene la última vuelta que quería. La historia ya tiene un nuevo capítulo que recordar: Montmeló-2009. El Mundial jamás olvidará lo que ocurrió a las 14 horas 43 minutos 11 segundos del domingo 14 de junio. Ni, mucho menos, cómo ocurrió. Hacía 42 grandes premios, es decir, más de tres años (Estoril-2006), que no se veía algo igual. Hacía un puñado de años que la carrera de los reyes no se decidía en la última vuelta y, mucho menos, en la última curva. Lo último que se recuerda fue a Toni Elías superando a Valentino Rossi y Kenny Roberts júnior en Portugal. Y ganando.

Por eso lo de ayer, en Montmeló, ante 88.502 espectadores, bajo un sol dañino, sobre una pista en la que se podían freír huevos (estaba a 52 grados de temperatura), es digno de figurar en los libros de historia y, como estamos en el siglo XXI, merecedor de eternizarse en Internet, de convertirse en líder de audiencia en youtube , en el ciberespacio. Esa pugna, la del Doctor y Jorge Lorenzo, el maestro y el primero de la clase, veterano y joven, campeonísimo y aspirante, concluyó con uno de los adelantamientos más vertiginosos de la historia del motociclismo.

"Hace falta mucho arrojo, picardía, experiencia, inteligencia, listeza, mucha decisión, valentía y, por supuesto, una gran moto, para meter la moto en un espacio, no superior a 40 metros y a 160 km/h., y hacérselo a un piloto del arrojo de Jorge Lorenzo, pero era la única manera y el único sitio de demostrar que aún sigo siendo el campeón".

Aunque lo negase el sábado y lo repitiese el domingo sobre la misma parrilla de salida, Rossi sabía que lo que ayer estaba en juego eran mucho más que 25 puntos. Era su credibilidad, su poder, su reinado, su voz de mando. Lorenzo lo llevó, durante 25 vueltas, colgado del gancho, a tope, resoplando y deseoso de que arrojase la toalla, de que sacase bandera blanca.

UN LUGAR IMPOSIBLE Después de siete adelantamientos en las tres últimas vueltas, en las que Rossi ya era líder, Lorenzo guillotinó a Rossi tres curvas antes de la meta. Pero el Doctor llevaba 22 giros auscultando los latidos del corazón de Lorenzo. Y lo tenía fácil, muy fácil, porque Giorgio reconoció ayer que, al iniciar el último giro, "decidí arrancarme el corazón y ponerlo sobre el depósito. ¡A la porra las tácticas! ¡Adiós a la estrategia! ¡Quería ganar!". Y Rossi, que posee el mejor fonendoscopio del mundo, sabía dónde podía pararse el pálpito de Lorenzo y provocar un infarto en el Mundial.

Fue en la última curva, un lugar imposible. No para el mago, que ya hirió a Stoner, en esa misma curva, en el 2007. Donde no había pasillo, Rossi construyó una autopista. Donde no había

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