Usted lo ve, habla con él, averigua sus gustos y piensa: todo le pega. Ahí donde lo ven, Gabor Talmacsi (Budapest, 28 de mayo de 1981), tiene un aire de frustrado boxeador del peso gallo o minimosca. Dicen que hizo sus pinitos en kick-boxing (su nariz le delata, más de una bofetada parece haber recibido), pero este pequeño y fornido húngaro empezó a correr con 4 años con una minimoto que le fabricó, cómo no, su padre, Istvan, igual que hicieron el de Pedrosa y el de Lorenzo.

Usted lo ve y piensa: le va la marcha. Le gusta Jodie Foster, cómo no. Le encanta Bruce Willis, por supuesto. Está chiflado por Madonna, por descontado. Tiene un Mercedes, no tan lujoso como el de Fernando Alonso, pero sí estrellado. No para de visionar Matrix, su película favorita, cómo no, pues él también vuela bajito por el asfalto e, incluso, ayer estuvo a punto de hacer alguna cabriola en el aire para eludir los empujones de su amigo Héctor Faubel, al que derrotó.

Nacido en una modesta familia, Talmacsi quiso ser piloto desde el primer día (ante la oposición de su madre, Judit) y no ha parado hasta lograr su propósito: ser el primer campeón del mundo de Hungría y de un país del Este europeo.

Tan necesitada estaba la familia que sus padres se vieron obligados, tal como les ocurrió a los de Casey Stoner, a vender su casa de Budapest para seguir sufragando los gastos de Gabor. El domingo, tras coronarse rey, Talmacsi dijo lo que tenía que decir: "Jamás podré agradecer a mis padres lo que han hecho por mí". Ahora, les ha comprado otra, e incluso financia la carrera en Supersport de su hermano Gergo.