CACEREÑO - 1: Vargas, Palero, Gonzalo, Elías Molina, Salva, Raúl Medina, Cervera (min. 52, Martins), Toni, Aarón (Toto, min. 90), Pablo Gállego (min. 79, Elías Pérez) y Carreño.

UCAM MURCIA - 0: Escalona, Tekio, Góngora, Javi Hernández (min. 46, Bello), Robles, Checa, Chavero, Hugo Díaz, Nono (min. 88, Julián Domínguez) y Javi Gómez (min. 73, Juanito).

GOL: 1-0-Min. 64: Carreño.

ARBITRO: Alejandro Muñiz (Gallego). Tarjetas a los locales Palero, Salva, Elías Molina, Medina y Carreño; a los visitantes Checa y Tekio.

INCIDENCIAS: Minuto de silencio por la muerte del hijo del seguidor Jesús Corchado.

En un partido terrible para los corazones verdes, taquicárdico en esencia, el Cacereño logró tres puntos de oro macizo. Venció al UCAM Murcia (1-0) y se dio un respiro tan monumental como la ciudad que representa. La permanencia está lejos de conseguirse, pero ayer se dio un paso capital, mortal de necesidad para el futuro.

Sigue pendiendo de un hilo la supervivencia del CPC, como la de sus hermanos del Arroyo, y otros nueve clubs más. Pero superar partidos como éste insuflan un plus de autoconfianza. Hacerlo ante el segundo clasificado no lo hace un cualquiera. Y el Cacereño, enarbolando la bandera del orgullo, pudo y supo.

Sin jugar a casi nada plástico, el grupo de Angel Marcos fue eso, un grupo. Solidario, peleando cada balón, presionando al rival, escondiendo carencias no se sabe aún cómo, alcanzó el premio y, además de dedicarle el triunfo a su fiel seguidor Jesús Corchado por la muerte de su hijo --enorme gesto-- se dio otro homenaje en semanas de sufrimiento tremendo. Y más con los resultados que se habían dado el día anterior, con las victorias de Córdoba B y Marbella.

Del minuto 1 al 95, el encuentro fue de órdago. En cada disputa, en cada centro al área de Vargas, se mascaba la tragedia. Perder hubiera sido letal por muy variopintas razones. Pero este equipo tiene casta, tiene orgullo, tiene celo profesional. Limitado, sí, pero intachable en comportamiento y en pelea. Este CPC va al ring a pegarse con cualquiera.

Con Vargas en la portería pese a sus problemas físicos, con Toni adelantando su posición ejerciendo de Carlos Valverde, con Pablo Gállego en el once, con más alternativas en el banquillo, el Cacereño lo puso todo. Por momentos empujó más que su rival, más técnico, con futbolistas virtuosos, con Checa... y con más tranquilidad. Pero sobrevolaba siempre la tragedia deportiva. Qué miedo.

Dominaron los locales en los primeros 20 minutos, a partir de los cuales se vieron lastrados por las tarjetas de sus laterales, Palero y Salva. Peligro añadido, que incluso fue tan real que el árbitro pudo expulsar al primero por dos amonestaciones al final de este primer acto.

Raúl Medina tuvo la primera opción en el minuto 3, pero la oportunidad no fue tan seria como la de Gállego, que al cuarto de hora desaprovechó un mano a Mano con Escalona, que le adivinó la intención al aragonés.

SUSTO Decayó en sus ganas de tratar de tú a tú al UCAM el equipo verde y cedió espacio a su rival. Timorato, el ambiente de zozobra llegó a planear en este primer acto cuando Vargas salvó un lanzamiento a escasos metros, y en inmejorable posición, del punta murciano Javi Gómez.

En el segundo tiempo las sensaciones no eran mucho mejores. El UCAM tocaba y tocaba, con el Cacereño a la expectativa de algún contragolpe, de una peinada de Aaron tras alguna acción de juego o directo o de no se sabe qué.

Cuando parecía que el acongojo iba ganando terreno, inexorable, a la fe, se hizo la luz. Un toque por aquí, un rebote por allí y el balón que lo controla Quique Carreño. Veloz, vertical y hasta magnánimo al no tirarse en el área cuando superó por piernas a Checa, fusiló a Escalona para provocar el delirio a la grada. Aleluya, aleluya.

El resto del choque fue de esos que se recordarán en la historia del Cacereño como uno de los más antológicamente agonísticos que se hayan vivido. El personal apenas respiraba, nada más que para protestar o alentar a los suyos. Había demasiado en juego. Pero ahí había estado ya antes el técnico verde lúcido con los cambios, especialmente con la entrada del senegalés Martins Diop. Valiosísimo su trabajo durante el segundo tiempo. Ese espíritu fue tremendamente contagioso para todos. Otros, como Raúl Medina, Salva, Elías Molina o Gonzalo, tiraron de su oficio. Todos a una.