No debió ser muy diferente el ambiente que se respiró en la plaza Monumental de Barcelona el día que José Tomás decidió retornar al ruedo. Ayer, no había toros bravos sobre la tierra batida del Palau Sant Jordi, sino tenistas de la categoría de Rafael Nadal o David Ferre, los triunfadores de la velada de ayer. Pero, en cambio, en una grada coloreada al máximo de rojo y amarillo el clima era de tarde taurina.

Predominó el espectador llegado de fuera, entregado a la causa y cautivado por la magia de La Roja. El retrato robot del espectador del Palau Sant Jordi identificaba ayer a un hombre o mujer en la línea de los 40 o 50 años, gorra blanca con tiras laterales de la bandera española, camiseta roja, bufanda rojigualda y los mismos colores pintados en las mejillas. Era un aficionado apartado del prototipo clásico de los partidos de tenis de los tiempos pretéritos, más bien parecido al futbolero y que aprovechaba cualquier parón del juego para dejarse la garganta al grito de "¡A por ellos, a por ellos!". Mientras, sus compañeros músicos de gradería entonaban con sus trompetas los bienamados sones de Paquito el Chocolatero, el Viva España de Manolo Escobar o el 1 de enero, 2 de febrero, 3 de marzo hasta llegar al día de San Fermín.

Lucieron las banderas españolas y hasta una ikurriña con el toro de Osborne. En la parte central de las enseñas se colocó la inscripción del pueblo de procedencia. Estaban colocadas por todas partes. Eran banderas de seguidores de Elche, Orellana la Vieja, provincia de Badajoz, Pozoblanco, Jerez de los Caballeros, Quintanar de la Orden, Puertollano, Villena o Zafra. Y, por supuesto, del pueblo más famoso, aparte de la capital, de la Comunidad de Madrid: Alcorcón.

Del Bernabéu a Barcelona

Justo en la parte central del Palau lució la bandera local del ayuntamiento alcorconero. Llegó la enseña de la mano de Fidela García, que viajó hasta Barcelona acompañada de su marido, Jesús Navarro, y 14 vecinos más, con quienes habían tenido también el honor de compartir grada en el Santiago Bernabéu la histórica noche en que su equipo de fútbol eliminó al Madrid de la Copa del Rey. "La bandera del ayuntamiento me la entregó el alcalde para que la colgara del Bernabéu y luego la llevase a la final de la Copa Davis. Allí nos dio suerte y espero que aquí sirva para vencer a los checos", suspiró Fidela, que ocupaba plaza cerca del mayor núcleo entre los 1.600 seguidores venidos desde la República Checa.

Banderas con las cuatro barras, la verdad, hubo muy pocas. Pero, a diferencia de lo que sucedió en el 2000, anoche no hubo ni un solo pito cuando el locutor hizo la presentación de los equipos en catalán.