Casi está. Qué poquito falta, qué paso de gigante dio ayer Contador en una intensa y rápida ascensión al Tourmalet para adjudicarse el domingo el tercer Tour en París. Si alguien creyó que Andy Schleck era el hombre fuerte de la carrera, solo hace falta mirar el color de la prenda que viste el madrileño para demostrar que no es así.

Contador ya tiene el Tour en el bolsillo. La barrera de la contrarreloj de mañana la puede levantar con suma facilidad. Bajo la niebla, con una tormenta que cuidó a los participantes y no los mojó en exceso, los dos protagonistas, Contador y Schleck, los colegas de la general, estaban llamados a convertirse en los héroes del Tourmalet. El ataque del luxemburgués se había anunciado a bombo y platillo. Estaba claro que pasaría a la acción. Solo quedaba por saber a cuánto de la cumbre lanzaría la ofensiva contra el de Pinto.

PROTEGIDO POR EL EQUIPO/ Le funcionó el equipo a la perfección. "Las flores que me han dado como vencedor de la etapa deberían ser para mis compañeros del Saxo Bank". Schleck se sintió protegido. Todos a una. Todos con él. Y hasta cogió coraje para el demarraje defensivo al comprobar que en las filas del Astana la situación era totalmente distinta. Contador estaba solo. Se quedó muy pronto sin gregarios. Hasta Vinokurov cedió antes de lo esperado. Por eso, viendo al ciclista español solo, el pequeño de los Schleck lanzó el golpe definitivo. Quedaban 10 kilómetros. Contador lo neutralizó sin problemas.

Ya estaban solos. Un luxemburgués con cara de chaval, como si fuera Billy el Niño, y el pistolero de Pinto, moviendo la bici con un pedaleo más ágil (el jersey amarillo colocó un piñón del número 28 en su bici, el más grande y suelto para ascender las montañas). Schleck daba menos pedaladas. Apenas se levantaba de la bici. Contador parecía una bailarina. Ya se sabe. No hay ciclista que pueda mantenerse tanto tiempo de pie sin sentarse en el sillín durante una ascensión de la dureza del Tourmalet por la vertiente de Barèges (18,6 kilómetros de subida al 7,5% de porcentaje). Pero a 5 kilómetros y sin que le hiciera ninguna gracia a Schleck, de repente, Contador dijo la suya. ¡Aquí estoy yo! Pim, pam, pum y fuego. Solo una bala, la de la recámara, para demostrar a Schleck que no solo no sufría, sino que era él el amo del Tour. ±Ataqué a falta de cinco kilómetros para demostrarle a Andy que tenía piernas. El subía muy fuerte y yo quise dejar claro que estaba allíO.

GOL DE CONTADOR / Y tanto que estaba. La acción fue un golpe psicológico de considerables dimensiones. Un gol por la escuadra. "Cuando vi lo que acababa de hacer Alberto me di cuenta que ya no tenía nada que hacer". Sentenciado. Eso sí. A lo grande. Schleck seguía exhibiendo unas piernas sensacionales, pero ya no era el ciclista aguerrido y con el cuchillo en la boca. Era más un corderito, veloz como una gacela, pero tocado mentalmente porque ya sabía que no ganaría el premio del jersey amarillo. Solo la etapa. Si se lo permitía Contador.

Y se lo permitió. Gesto de campeón. Ni le disputó la etapa. Contador quiere ganar el Tour a lo grande y sabía que con un gesto así empezaría a recuperar el cariño del público francés. El primer ciudadano, Nicolas Sarkozy, fue el primero en felicitarle tras cruzar la meta del Tourmalet en segunda posición. "Lo he intentado todo reconoció Schleck, por lo que no puedo estar triste después de triunfar en una cumbre mítica como esta". Felices. Abrazo en la cumbre. Pero el Tour, salvo sorpresa, es de Contador.