Lance Armstrong tuvo que encogerse de piernas y levantarse ligeramente del asiento. Era condición imprescindible para que pasara Alberto Contador. Un montón de cámaras buscaban el abrazo entre el primero y el tercero de la clasificación general del último Tour. Un gesto que no se produjo, porque ayer en París, el ciclista español y el tejano visualizaron sus diferencias. Se evitaron en todo momento. No se dieron ni los buenos días.

Porque Contador no estaba para saludos, sino para confirmar, ayer en el Palacio de Congresos de París que la próxima edición del Tour será muy dura, incluso un poco más de lo que se esperaba: grandes Alpes y enormes Pirineos, cordillera homenajeada porque en julio hará 100 años que Octave Lapize se convirtió en el primer ciclista del mundo en escalar consecutivamente las cumbres del Peuresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque. Siete años más tarde el sargento Lapize moriría en un combate aéreo de la Primera Guerra Mundial.

EL MENU DE LOS ALPES Armstrong, por cierto, quien a la hora de enumerar a sus posibles rivales para julio del 2010 se olvidó de citar a Contador. El ciclista madrileño, mientras, sigue repudiando la posibilidad de correr otra temporada con el Astana, que se niega a romper o negociar el contrato. En París, sin embargo, se le vio contento al saber que habrá cinco llegadas en alto y comprobó que los Alpes presentaban un menú con sus mejores puertos: La Ramaz, La Colombière, Aravis y La Madeleine. Y ratificó que en los Pirineos puede certificar su tercera victoria en París: durísima ascensión a Pailhères (14 etapa), el paseo de Lapize antes citado y una jornada que puede hacer historia a través del Marie Blanque, el Soulor y la meta en la cumbre del Tourmalet, reservada para el jueves, 22 de julio.