Mediado el segundo cuarto, un espectador tardón daba el aviso en la grada: "Hay seis policías y una grúa poniendo multas sin parar". Efectivamente, en el exterior del pabellón, locales de amarillo limón iban de coche en coche, libreta en ristre, arrancando la hojita azul y estampándola en el parabrisas.

Multaban todos los vehículos mal aparcados en la avenida Pierre de Coubertin. Se pusieron las botas: hasta 300 sanciones colocaron. Las multas eran de dos tipos: de 90 euros a los autos estacionados en raya amarilla o carril izquierdo y de 60 euros a los aparcados en la acera o sobre los pasos de peatones. Cuando empezaba el tercer cuarto, los guardias acabaron su labor y desaparecieron como por ensalmo. Consumada la catástrofe en el exterior, comenzaba la debacle dentro del pabellón.

Tres árbitros caraduras, de ésos que sólo vienen a Cáceres cuando juegan equipos de más de mil millones, habían permitido a Ivanovic, el mandarín consentido de la ACB, que protestara cuanto quisiera, invadiera la zona de juego y se metiera en el área de Hussein, pero en cuanto el entrenador del Cáceres hizo un aspaviento, le cayó una técnica que rompió el partido. Hasta ese momento, al Tau, con una defensa de puro full-contact , sólo le habían pitado ocho personales. El Cáceres, con su habitual defensa de dulce, ya llevaba 16 y la técnica.

GORROS Y BOLSAS NEGRAS

Antes de las multas y la técnica, la cosa tuvo su encanto. La peña 36+14 se coronó con alegres gorros navideños. La Kamicáceres se disfrazó de chapapote con bolsas negras en solidaridad con Galicia y había un nuevo puesto de bocadillos de Pans & Company.

Después de la técnica, cada uno se entretuvo como pudo. Unos abroncando a un guardia de seguridad que parecía querer él solo contener un amago de invasión. Otros se llevaban las manos a la cabeza viendo cómo Nocioni le escondía un balón al árbitro, le discutía a voces sus decisiones y no pasaba nada. En los tiempos muertos, el respetable se ponía nupcial y gritaba: "Que se besen" a los árbitros.

Bobby Martin encestaba dos tiros libres y había fiesta. Después, un mate y llegaba la orgía. Otro mate y el paroxismo. La quinta personal y la cruda realidad: silbidos. Al final, aplausos al equipo y un mal augurio: los americanos no salieron a saludar.

La gente se fue resignada hasta que llegó al coche, se encontró con las multas y en Pierre de Coubertin se escucharon las mismas lindezas que un poco antes en el pabellón, pero ahora no iban dirigidas a Mitjana. "Esto es la puntilla para el aficionado. En Nuevo Cáceres ya es imposible aparcar un día normal, si multan ahora los días de baloncesto, será mejor quedarse en casa", se quejaban varios aficionados al tiempo que se organizaban para reclamar sus multas.