La historia del fútbol en Azuaga ha sido siempre el fiel reflejo de lo que es la cruda realidad del fútbol modesto: un proyecto ambicioso precedía a una quiebra económica y daba paso a varias temporadas de austeridad, descensos e incluso desapariciones. En la Campiña Sur conocen bien este continuo vaivén: han visto a su equipo dejar de competir casi tantas veces como ascender.

La última reedición del particular Día de la Marmota rojiblanco ocurrió a principios de siglo, volviendo a enterrar por tiempo indefinido a un equipo que, hasta entonces, tenía un escueto octavo puesto en Tercera y un campeonato de Regional Preferente como grandes logros en su historia.

Pero estos años sin fútbol, a diferencia de anteriores ocasiones, sirvieron para algo más que para calmar el estrés propio de los escasos valientes que se atreven a cargar por unos años con el duro peso de gestionar un club de pueblo. Este parón hizo las veces de periodo de reflexión, y permitió un cambio de mentalidad que ha sido clave para el éxito hoy festeja la afición azuagueña.

En 2007, un grupo de exjugadores decidió dar un vuelco a la situación y, más allá de resucitar al equipo de la localidad, llevó a la práctica una idea tan sencilla como inusual: un modelo de fútbol sostenible, en el que no se gastase ni prometiese lo que no se podía pagar.

Desde entonces, el ascenso del Azuaga ha sido imparable: cada temporada ha mejorado el resultado de la anterior y en menos de una década ha pasado de jugar partidos de Primera Regional en el, otrora, albero de su estadio, a cruzar el país persiguiendo el sueño del ascenso a Segunda División B a la vez que festeja sus cien años de historia.

Solo la inesperada subida a Tercera División hizo germinar dudas en la viabilidad del proyecto de una directiva que, tras ocho temporadas y habiendo disipado la incertidumbre, cedió el testigo a la actual en 2015. El relevo en el palco introdujo pequeños cambios, casi inapreciables, en la idea original, que sigue muy viva y vuelve a permitir que el Azuaga acabe otro curso cumpliendo con todos sus compromisos económicos.

El modelo del Azuaga se sustenta en tres pilares fundamentales: el trabajo de la directiva y colaboradores, que realizan todas las funciones del trabajo diario e invisible; el fuerte tejido de patrocinadores y aficionados, que ha ido creciendo de forma exponencial conforme el equipo iba subiendo peldaños; y la sostenibilidad económica, no gastar lo que no se tiene, pagar poco pero pagarlo.

Una forma de concebir el fútbol que tiene muchas similitudes con el del Éibar, al que sus propios aficionados han llevado a Primera en una épica gesta contra aquello que se conoce como fútbol moderno.

El Azuaga, inmerso en su particular ascenso desde las catacumbas del fútbol, jugará dentro de dos semanas en el estadio armero. Cosas del destino, el círculo se cierra. La idea del Azuaga ya ha triunfado.