Hace diez años y unos meses, un accidente cambió radicalmente su vida. El cacereño Antonio Aragoneses, que entonces contaba con 21 años, festejaba el ascenso a Primera División del Valladolid, donde estudiaba. Desde entonces ha peleado primero por sobrevivir y después por sentirse útil, pese a su lesión medular. Sigue en una silla de ruedas, pero Aragoneses nunca ha perdido la fe. El deporte, el fútbol, es para él fundamental para cargarse de moral, de disfrutar de la vida.

Es del Cacereño de corazón, pero ayer se conoció que ya forma parte del staff técnico del Trujillo, nuevo en Tercera. «Me llamó Ignacio Lobo, el entrenador, que le gustó mi trabajo, y ahí estamos. A trabajar ya». Antonio, profundido conocedor del fútbol, un estudioso de los de época, de los irreductibles, está feliz. Ya no solamente podrá analizar cada jornada del fútbol austríaco, de la que es un verdadero fan, sino que podrá colaborar estrechamente con Lobo para, por ejemplo, informar de los rivales de los trujillanos en un club que le ha acogido extraordinariamente y que ha dado un ejemplo de integración incontestable.

En su nuevo destino estará el otro fichaje estrella del Trujillo: su amigo Martins, al que conoce del Cacereño desde hace ya varios años. ¿Volverá a dedicarle algún gol? Probablemente sí. Antonio Aragoneses ya tiene preparado algún informe, seguro, para que el Trujillo gane sus partidos en su histórica vuelta a Tercera.