Eulogio Bonilla, 54 años. Jorge Romero, 28. Víctor Fernández, 25. Y José Luis Alamillo, 22. Estas cuatro personas no jugaron ayer. Pero también fueron muy protagonistas en el partido y en la machada del Cáceres. Fueron los únicos cuatro aficionados desplazados expresamente desde la ciudad extremeña para apoyar al equipo en un momento culminante de la temporada. Mérito tienen, claro. Y una historia detrás, también.

Lo más curioso de todo es que los cuatro no son pandilla, no se conocen mucho entre sí. Sí había alguna que otra conexión, pero no son un grupo de hinchas que vean juntos los encuentros en el Multiusos. Pero el deseo de viajar a Lugo para ser partícipes del encuentro desde la grada, para dejarse la voz chillando, les pudo más que la aparente dificultad de viajar un martes laborable.

"Yo quería ir y le dije a mi hijo Javier que me localizase a alguien que estuviese también interesado a través de las redes sociales. Lo puso en Twitter y fueron saliendo los chicos. Vengo aquí casi 'de padre' para ellos", relata Eulogio, eternamente sonriente con su pelo canoso y un entusiasmo contagioso que rivaliza con el de los tres jóvenes.

La idea tenía algo de locura y algo de aventura, por descontado. Montados en el Citroën C3 de Eulogio, los cuatro salieron de Cáceres en la madrugada del lunes al martes a eso de las 2.00. A las 8.00 ya estaban por las calles de Lugo, una ciudad que conocieron durante todo el día, hasta la hora del partido, luchando contra el cansancio. Y después del encuentro tenían previsto regresar al sur. 1.140 kilómetros en 24 horas y casi dos noches sin dormir por unos colores.

"Está siendo una experiencia", destaca Jorge a media tarde, cuando acuden al hotel de concentración para desear suerte al equipo. A su lado, Víctor y José Luis asienten. Este último es quien se pone el disfraz de la mascota del Cáceres en los partidos de casa. Y es que hay sentimientos que acaban traspasando la piel.