Una curva maldita y esa agua que no paró de caer en todo el día. En apenas cinco minutos de carrera se acabó el Tour para Alejandro Valverde. Día terrible para el ciclismo español que solo acudió a la ronda francesa con 13 ciclistas y en apenas 6 kilómetros de competición perdió a dos corredores, porque aparte de Valverde, Ion Izagirre, líder del Báhrein,se estrelló en la misma curva del murciano y también dijo adiós a todas las ilusiones. Solo quedan 11 y toda la competición por delante.

El viernes por la tarde Valverde se encontraba tan relajado como ilusionado en su hotel de Düsseldorf. Hablaba de su futuro, de la ilusión que le provoca el ciclismo, como si fuera un niño grande con 37 años, de su cariño hacia Nairo Quintana, ahora huérfano de su mejor protector con toda la prueba por disputar, y hasta de cómo le abría las puertas a Mikel Landa ante su más que probable fichaje para el equipo del Movistar en la temporada 2018.

Ni quería oir hablar de su lucimiento personal en este Tour, pero odiaba que le dijeran que era el tapado de la prueba. «¿Tapado? Si todo el mundo me conoce. ¡Anda que me dejarán tomar tiempo si decido escaparme!». Jamás, ni en su peor pesadilla, podía imaginar que su Tour sería tan corto, como triste y, sobre todo, inmerecido. No hay un solo ciclista en el pelotón, nacionalidades y equipos aparte, que lance una palabra malsonante contra el corredor murciano.

Nairo Quintana lo quiere, lo adora y lejos de haber envidia entre ellos se ha labrado ese binomio veterano y joven que iniciaron en su mismo equipo hace tres décadas Pedro Delgado y Miguel Induráin.

Le derrapó la rueda delantera, sacó el pie del pedal, trató de evitar la caída pero se estampó contra la valla. Y ya no se levantó. Cuando un ciclista, tras irse al suelo, no se incorpora la señal suena terrible y el abandono es el único destino. A Valverde lo subieron en una ambulancia y el máximo responsable del conjunto Movistar, Eusebio Unzué, lo acompañó al hospital. Al poco llegó Natalia, su mujer, que como viene siendo habitual esta temporada, hasta ahora de ensueño, lo sigue en la mayoría de carreras que disputa.

CON QUINTANA / Tenía que estar al servicio de Quintana, pero lejos de ejecutar el papel de un gregario tradicional. «Yo estoy aquí para trabajar por Nairo», repetía el viernes por la tarde, siempre entre risas, mientras se charlaba tranquilamente con él en su hotel de Düsseldorf. Pero todos sabían que la pareja del Movistar tenía mucho que decir en este Tour. Nadie se fiaba de Valverde, el ciclista que hasta ahora, a excepción del Critérium del Dauphiné, donde fue a divertirse, había ganado cuantas carreras estaba disputando desde febrero: vueltas a Andalucía, Murcia, Cataluña y País Vasco y las dos clásicas en las Ardenas belgas, la Lieja-Bastoña-Lieja y la Flecha Valona.

Fueron tan solo seis kilómetros. Quién lo podía imaginar. Pero él seguirá pensando en el Tour. «Voy a correr los del 2018 y el 2019 y en el 2020, con 40 años, será cuestión de pensar en la retirada». Así lo dijo el viernes, cargado de ilusión y de fe por disputar un gran Tour.