Era la sexta vez que subía a los Lagos de Covadonga. «Nunca se me han dado mal», justificaba Alejandro Valverde tras el podio de la Vuelta, entre la niebla asturiana. Llegaba radiante, como si saliera de una cena entre amigos y se dispusiera a tomar la última copa en un local de moda. Era la peor etapa que tenía en el todavía largo camino hacia Madrid. Hace de jefe, hace de gregario, está en todas partes, regula, se descuelga para tomar un poco de aire, captura a los favoritos y encima se lanza a tapar el hueco cuando se lo pide Nairo Quintana. ¡Qué respire! ¡Por Dios! Que tiene 38 años y posiblemente ahora sea, junto al líder Simon Yates, el corredor con más opciones para llegar vestido de rojo a Madrid.

Los Lagos pasaron con un Thibaut Pinot al que se le permitió fugarse para que pudiera ganar en el Alpe d’Huez de la Vuelta, en la cima francesa donde una vez levantó los brazos. Los Lagos, los míticos, los que fueron una vez de Hinaut y también de Lejarreta, los de Perico, de Herrera, Jalabert y tantos y tantos astros de este deporte, no desatascaron una general de la ronda española que deberá liberarse mañana en la contrarreloj de Torrelavega. Todos se vigilan pero solo Yates y Superman López se deciden atacar, con un Quintana que sigue ofreciendo dudas como líder del Movistar ante la fortaleza de Valverde. Hasta Yates, el líder, se ha dado cuenta. «Valverde está muy fuerte». Y no parece que el jersey rojo británico ande muy desencaminado.

ASTANA, AL ATAQUE / ¿Y dónde estaba? ¿Dónde está Quintana? Alguien, que los conoce bien, lo dice sin morderse la lengua. «Quintana está donde está Valverde». Y así ya han pasado dos semanas de Vuelta. Que no se arrepienta la escuadra telefónica de dejar escapar el triunfo en esta carrera. Camino de los Lagos, tal vez en el trazado más duro nunca preparado en esta etapa, el Astana de Superman decidió actuar con tiranía, que todos sufrieran bajo un ritmo infernal. Miguel Ángel López, otro talento de la inagotable factoría colombiana, a cuál mejor, atacó a seis kilómetros de la meta. Pero nunca abrió el espacio suficiente porque, por ejemplo, cuando Valverde, esta vez con la careta de gregario, vio que podía taparle el hueco a Quintana, ni se arrugó, ni se le cayeron los anillos ni la cadena que lleva al cuello. Plis plas.

Hubo momentos duros, pero, a falta de cinco kilómetros, primó la veteranía. Bajaba la niebla pero él no perdía la referencia visitual de «unos líderes que iban a palos y se paraban a coger aire». Y con estos líderes iba nada menos que Enric Mas, cada vez más convencido de que es un escalador con un futuro enorme, el heredero tal como lo designó Alberto Contador. Y cuando el ciclista mallorquín, perdida la vergüenza, decidió atacar a los líderes, ¿quién fue a su captura? ¡Quién iba a ser! Valverde, omnipresente y en todas partes.

Pinot ganaba. Todo controlado. Yates se mantenía. Quintana llegaba sin más. O mejor dicho con Mas. ¿Y Valverde? «Me encuentro muy bien. Solo hay que verlo. Veremos ahora la contrarreloj». Eso será mañana, hoy toca descanso.