El amuleto que Alejandro Valverde lleva colgado en el cuello se lo regaló su chica. Y su chica también luce la misma joya. Obsequios de enamorados. El Bala, así llaman a Valverde, se toca el cuero del colgante muchas veces, pero sobre todo cuando va a empezar la batalla de verdad en una etapa ciclista. "Me da suerte", dice el nuevo líder de la Vuelta. Será verdad porque desde que lo exhibe no ha hecho otra cosa que ganar.

Ayer no consiguió el triunfo porque Gustavo César Veloso (primera victoria española), gallego del Xacobeo --no podía ser de otro lugar-, el vencedor de la Volta 2008, fue el único fugado que resistió la cruel trampa de cinco kilómetros del Xorret de Catí, en Alicante, cerquita de Alcoi, una bestialidad de puerto donde los corredores se retuercen y las bicicletas parece que no avancen.

LA BONIFICACION Valverde no logró la victoria pero fue lo suficientemente listo, después de haber puesto la etapa patas arriba en las cuestas más duras (había tramos del 19%), para esprintar, en esto es el mejor, y arañar con el tercer puesto del día ocho mágicos segundos que lo recompensaron con el jersey dorado, circunstancia que provocará hoy la locura general en Murcia, su ciudad. "Nunca soñé con llegar a Murcia como líder de la Vuelta, pero mejor que soñarlo es conseguirlo".

Si el domingo descubrió en Cadel Evans (ahora segundo de la general) a un rival de consideración, ayer en el Xorret de Catí constató que Ivan Basso no va con bromas. Australiano e italiano se presumen como sus dos principales adversarios. Cedió Samuel Sánchez 51 segundos a Valverde, quien llegó feliz a meta. Hoy se paseará por Murcia como un héroe.

ENFADO DE EVANS Llegó Cadel Evans con cara de mala leche. Quería mantener el jersey dorado. Se quejó de que el holandés Robert Gesink, tercer clasificado de la general --cuidado con él--, le cerró en la última curva y hasta se marchó enojado sin subir al podio a recoger el maillot como líder de la combinada. La organización le obligó a regresar.

Eusebio Unzué, el mánager del Caisse d´Epargne, mostraba sonrisa agridulce. De un lado, estaba feliz porque su líder había tomado el mando de la Vuelta, pero por otro pensaba en las etapas que todavía restan y en el desgaste que supone para un equipo arropar al líder de la prueba. "Y ahora dos días en Murcia". Dos días en los que tácticamente lo ideal sería autorizar una fuga y ceder la prenda a un conjunto modesto. Pero Valverde es murciano y allí nadie entendería semejante regalo.