La Vuelta ya tiene un patrón. Alejandro Valverde demostró ayer en el alto de La Cobertoria, allí donde en tiempos pretéritos Abraham Olano, Fernando Escartín y Alex Zülle se estamparon contra su asfalto, por qué es el mejor corredor español de la época y una de las grandes figuras mundiales del ciclismo. El corredor murciano, con una táctica inteligente, combinando agresividad y conservadurismo, se vistió con el jersey dorado que identifica al líder de la ronda española. Y lo hizo en una jornada espectacular, durísima, a través de los montes de Lugo, León y Asturias, donde Alexandre Vinokurov, vencedor de la etapa, se destapó como el rival más peligroso de Valverde. Quedan dos semanas de carrera. Todo sigue abierto. Pero el espectáculo está servido.

Valverde y Vinokurov son los más fuertes. El kazajo no pudo correr el Tour debido a la exclusión de su equipo, el Astana, como consecuencia de la operación Puerto. Valverde acudió a Francia con la intención de proclamarse vencedor en París. Al cuarto día de carrera todo se vino abajo. Tropezó con la rueda trasera de Oscar Pereiro, virtual vencedor del Tour y ahora agotado en la Vuelta por el esfuerzo de Francia. Adiós a la clavícula y al sueño de los Campos Elíseos. Bienvenida sea la Vuelta.

Ellos dos han venido frescos. No está el horno para buscar energías suplementarias. "Vine a la Vuelta con tan solo 30 días de competición y por eso me costó entrar en carrera. Ahora creo que iré a más", confesó Vinokurov. Suerte tuvo Valverde de que el kazajo todavía estuviera en fase de rodaje en la ascensión a la Covatilla, donde cedió más de dos minutos. Por esta razón le aventaja ahora en 1,38 minutos en la general; una renta insuficiente para respirar tranquilo.

Porque la general no está ni mucho menos resuelta. La Vuelta se asemeja al Tour. Todos están en un pañuelo. De Valverde, el líder, a Brajkovic, el jersey dorado depuesto ayer en La Cobertoria, solo hay 2.14 minutos de diferencia, con Kashechkin, el mejor amigo de Vinokurov, Sastre y Gómez Marchante al acecho.

Pero, poco a poco, en cada ocasión, como el miércoles pasado en La Covatilla, el viernes en El Morredero o ayer en La Cobertoria, Valverde se distingue como el más poderoso, el temido por todos, el que tiene mejor equipo y el que mueve a sus gregarios con la intención de controlar, vigilar y atacar si es necesario para ganar segundos mágicos al frente de la general.

Si en ocasiones precedentes Valverde se inquietó en situaciones claves de las etapas, ayer todo fue distinto. Porque, como siempre, tuvo que llegar el momento más decisivo del día. Ocurrió a seis kilómetros de la llegada. De repente, Vinokurov efectuó un demarraje incontestable. En apenas un kilómetro ya establecieron una diferencia de 22 segundos. Valverde no quiso responder. "Era mejor hacer trabajar a Karpets y controlar desde la distancia". Siempre tuvo la referencia. Sin embargo, a dos kilómetros, el murciano pasó a la acción cuando perseguía a la pareja kazaja en compañía de Di Luca, Sastre y Gómez Marchante. Cuando Sastre pasó al frente, en vez de dar otro relevo, trató de sorprenderlos. "Ataqué porque vi flaquear a Sastre al pedir un relevo. Por eso me fui a capturar a Vinokurov", dijo Valverde, el dominador.