La buena noticia del alta de Juande Ramos no ocultó la sensación de bochorno y pesadumbre con la que amaneció Sevilla. Los ecos del que ya ha sido calificado como "el derbi más vergonzoso de la historia" seguían palpitantes en una ciudad en la que, al fin, sevillistas y béticos han encontrado un punto común en la vergüenza por lo sucedido.

Antes de que el entrenador sevillista se pusiera delante de los micrófonos para dar, desde el dolor, lo que ha sido la mejor lección de estos días, ya algunos seguidores béticos habían realizado pintadas en la ciudad deportiva del Betis tales como "directivos dimisión", "asco de fútbol" o "cambiemos la Sevilla futbolera".

Ni los no aficionados pudieron sustraerse a hacer comentarios sobre la agresión al técnico. La mayoría de los ciudadanos tenía claro que la culpa era de las directivas por sus constantes provocaciones. Los sevillistas criticaban que el Betis les "calentara" con la colocación del busto de Lopera en el palco, justo detrás de Del Nido, no encontraban explicación a que la agresión fuera a Ramos, un exentrenador bético, y reclamaban que el agresor "vaya a la cárcel".

Unos cuantos cafres

La peor parte les tocó a los béticos. "Vaya imagen que estamos dando, unos y otros", explicaba José, que, indignado tras el botellazo, decidió quitar la televisión en la que seguía el partido. Otros reconocían entre risas que la presencia del busto en el palco era una provocación, pero consideraban que también lo era la presencia del presidente del Sevilla. "Es el problema de siempre, pagamos todos y el equipo por unos cuantos cafres", resumía gráficamente Sara.