Esta semana os voy a hablar de lo que son los viajes en un equipo normal de la liga LEB. A mí me encanta viajar, visitar ciudades, conocer lugares nuevos, pero eso no tiene nada que ver con los desplazamientos que se hacen con un equipo profesional de baloncesto. Se tiende a pensar que viajamos de turismo (alguien me lo ha insinuado alguna vez) y que, ya de paso, se juega un partido. Nada más lejos de la realidad: en muchos casos las ciudades ni se llegan a pisar.

En lo referente al viaje en sí mismo, es lo que menos echo en falta una vez retirado. Normalmente, salvo los equipos de alto nivel presupuestario, todos los desplazamientos se realizan en autobús. Esto, viviendo en Cáceres, supone tener que realizar viajes de larga distancia en la mayoría de los casos. Los autobuses están preparados (mas distancia entre asientos y aseo como mucho), pero siguen siendo incómodos para gente de nuestro tamaño y peso. Cuando toca un desplazamiento a Cataluña o a la zona de Levante, que no bajan de las once horas, poco importan las comodidades. Llegas roto. Todos los jugadores llevan su kit de entretenimiento (Dvd, Psp, Ipod-), pero tras nueve horas de viaje, todo sobra y lo único que quieres es llegar al hotel a descansar, aunque a veces toca entrenar nada más poner el pie en tierra. Especialmente traumáticos son los regresos. Has jugado un partido, estas cansado y... otra vez al bus. Si has ganado, las primeras horas se llevan muy bien, todo son risas, bromas y hasta se ven un par de pelis. Luego se apagan las luces y llega la soledad, los jugadores tirados en pasillos y asientos como si de un tetris se tratara intentando robarle alguna hora al viaje echando una cabezada. Si has perdido, todo son caras largas, no hay películas y a veces ni se para a cenar. Se hace eterna la vuelta a casa

Así que todo lo que desde el club se pueda hacer para mejorar las condiciones de los viajes, como realizar parte del mismo en AVE, o en avión, será altamente agradecido por los jugadores y muchas veces reflejado en los resultados.