El silencio impresiona. El bullicio habitual de los domingos de partido se siente en el ambiente, pero en realidad faltan los aficionados, sus canciones, sus trompetas y tambores. Al vetusto estadio del Cacereño le falta la vida. El Príncipe Felipe, casi literalmente, se cae a pedazos. Antes de entrar en el recinto deportivo es imposible no fijarse en el amasijo de hierros en el que se ha convertido una de las torres de iluminación de la zona de Preferencia. La derribó el fuerte viento del pasado 19 de enero, que también dejó tras de sí multitud de cristales rotos. Eso impidió que el Cacereño se enfrentara al Melilla en su campo. Tuvo que hacerlo en Miajadas, donde se encontró un césped inmaculado. Pero pronto volverá a su casa. El club comunicó ayer que, "salvo catástrofe", el día 10 recibirá al Almería B en el estadio de la carretera de Salamanca (16.15 horas).

Pero la torreta en el suelo es solo la punta del iceberg. Los problemas del estadio no son nuevos. Sus casi 36 años pesan mucho. Antonio Martínez Doblas, consejero delegado del club, dio la voz de alarma a finales de noviembre: "No podemos continuar así", dijo. El empresario cifró en unos 500.000 los euros que harían falta para adecuar el recinto a los nuevos tiempos. Y más de la mitad serían solo para el césped.

El miércoles, cuando EL PERIODICO EXTREMADURA visitó el recinto, habían pasado 17 días desde que el terreno de juego acogió el último encuentro. Solo está para los partidos, porque el equipo entrena en el campo de la Meseta o en Pinilla. Esa misma mañana le habían pasado el rulo para compactarlo, pero a pesar de eso era un barrizal y solo andar por él --nada de correr, como los futbolistas-- entrañaba algunas dificultades. Desde la grada es difícil apreciar lo mal que está. No es solo el lamentable estado del césped, no. El terreno de juego está ondulado, lo que se aprecia especialmente en la áreas.

Si el césped (si se le puede llamar así) está mal, para el resto de las instalaciones faltan calificativos. Los aseos, tanto en Tribuna como en Preferencia, presentan múltiples desconchones, con azulejos que ya no están y urinarios que en algunos casos están atascados. Los peores, sin duda, son los de Preferencia. Con grietas (en algunas cabe la mano), sin ventilación y con muchas humedades, los días de partido hay que armarse de valor para entrar, ya que después de 17 días sin usarse aún huelen. Y se han limpiado, según asegura el empleado del club.

En Tribuna, donde los aseos no están mucho mejor, el temporal rompió muchos cristales que aún permanecían como cuchillas en los ventanales, ya que el seguro debía inspeccionar todo para autorizar el arreglo, lo que el club espera que se haga en los próximos días.

Lo más alarmante, sin duda, es el deterioro de la estructura. El hormigón de la visera presenta muchas filtraciones de agua, lo que le debilita. En algunos puntos, además ha desaparecido el hormigón, dejando a la vista el armazón metálico.

En los vestuarios de los jugadores se nota el paso del tiempo, sobre todo en el mobiliario y las paredes, con algunos desconchones. 36 años son muchos y las duchas presentan un aspecto obsoleto, dando la impresión de que en cualquier momento dejarán de funcionar. Pero funcionan.

Camino de la calle, el adormecido Príncipe Felipe aún esconde algunos cables sueltos. Están altos y no hay peligro de descarga eléctrica. Así se queda el estadio, que el 10 de febrero volverá a llenarse de vida.