En la última temporada en LEB fue uno de los mejores del Cáceres. Han pasado cuatro años y la vida de Nando Vicario, que ahora cuenta con 32 años, ha cambiado mucho. "Decidí dejarlo y cada verano he hablado con ellos, pero yo me he centrado en lo mío y no he querido volver".

El escolta vive en Santiago de Compostela, pero mañana no podrá estar en el partido Rosalía-Cáceres. "Es una lástima, pero trabajo en un centro deportivo donde está el pabellón y me pasaré a verlos en el entrenamiento de mañana (por hoy)", dice. Entrena a la misma hora del partido con su último equipo, el Xiria Carballo, que milita en la Liga EBA. Ese es el motivo de su ausencia.

Forma parte, con Juan Sanguino y José María Panadero, del tridente de jugadores canteranos más conocido de tantos años de baloncesto en la ciudad extremeña. Los tres tienen mucho en común: han tenido que emigrar para hacerse un nombre en el baloncesto nacional. La ACB pesó mucho.

Pero su historia es más rocambolesca: se fue al Rosalía, jugó ahí cinco años, regresó a casa, de repente le dio por estudiar y en estos últimos tres años ha conseguido hacer la carrera de Fisioterapia.

"Me llamó un amigo y aquí estoy, trabajando desde junio", contaba ayer tras salir de su ocupación laboral. Está al tanto de todo. "Me parece maravilloso que haya vuelto la LEB. Vi el partido ante el Burgos, que fue una pena que se perdiera. Está claro que, en Cáceres, a la gente le gusta mucho el baloncesto".

Hoy tendrá la opción de ver a amigos, aunque no a Panadero, lesionado, al que ya ha llamado estos días por su paternidad. Vicario lo tiene claro: "por supuesto que voy a querer que gane el Cáceres".