Hay una clase de dirigentes deportivos que llegan a lo más alto de las directivas por su amor a unos colores, cuya intención no está en figurar y ganar crédito ante la ciudadanía. Estos últimos personajes abundan más en la particular fauna en la que se ha convertido el deporte, fiel reflejo de la sociedad.

Son los menos, pero también existen los que se ven empujados por la coyuntura. Es el caso de Juan Francisco Luis, presidente del Cáceres, heredero de la antigua sociedad anónima, y que ahora trata de buscar soluciones con bastante más voluntad que medios.

Juan Francisco era hasta hace poco más de un año un peñista más, que fue reclutado por José María Bermejo en la vuelta de éste a la presidencia del Cáceres. Aquel proyecto fracasó estrepitosamente y, por piruetas del destino, el nuevo club está dirigido ahora por el propio Juan Francisco Luis, que ha dejado la grada para instalarse en el palco.

Ilusionado en conservar el baloncesto en Cáceres, este funcionario de la Junta de Extremadura se ha hecho cargo del club rodeado de un puñado de colaboradores, casi ninguno de ellos pudiente . Aunque se trate de otra entidad, Luis ha heredado algunos problemas de la anterior. Uno cree que no está recibiendo el trato que merece este entusiasta del baloncesto, ya que se le han cerrado algunas puertas sólo por haber sido copartícipe del devenir del último y nefasto año.

El Cáceres tiene problemas añadidos que no deben ahora influir nada más que en lo legal, y lo legal es que, por ejemplo, los tres exconsejeros a los que se engañó se les devuelva su dinero. Pero hasta ahí. Y ello no debe influir en el trato hacia personas como Luis y, sobre todo, clubs y aficiones históricas como la del Cáceres, esté quien esté. Al mismo tiempo, una aclaración para el presidente, a quien a veces le puede la presión: los periodistas no distorsionamos, informamos.