No llovió, así que Cheste pudo darse el festín con el que había soñado. Ni más ni menos, el festín que siempre está dispuesto a protagonizar el coqueto y vistoso circuito valenciano. Y allí acudieron 117.788 espectadores, muchos de ellos motards empedernidos que deseaban ver triunfar a los suyos, como suele ocurrir en ese divertido trazado. Pero, mira por dónde, los únicos que no estuvieron a la altura del ambiente, del lleno, del final de fiesta, fueron los pilotos españoles que, al igual que ha estado ocurriendo a lo largo de toda la temporada, no han terminado de convertirse en campeones pese a realizar, sí, algunas brillantes actuaciones. Ayer, sin ir más lejos, Dani Pedrosa (Honda) acabó segundo en MotoGP, Alvaro Bautista (Aprilia) se subió al tercer escalón del podio en dos y medio y el valeroso Nico Terol (Aprilia) se llevó la plata en una carrera que pudo ganar y cuyo triunfo fue para su compañero Simone Corsi, ambos, por cierto, componentes del nuevo equipo de Sito Pons, Manolo Burillo y Josep Crivillé, el hermanísimo del bicampeón de Seva.

Ni siquiera Valentino Rossi (Yamaha), a quien suele atragantársele el trazado valenciano, estuvo a la altura de lo esperado pero, aún así, partiendo de la décima posición concluyó, como siempre, en el podio, muy lejos de Pedrosa y aún más lejos de un portentoso Casey Stoner (Ducati), que acabó el año como lo empezó, ganando. La prueba reina no fue tal pues Bridgestoner se fue a lo Pedrosa nada más apagarse los semáforos y el tricampeón catalán solo pudo seguirle, cerquita, sí, pero sin acosarle en ningún momento, ni siquiera en las últimas vueltas cuando, se suponía, el escafoides roto de su mano izquierda debería de haber impedido al australiano seguir rodando en tiempos de récord. Fue la única carrera que no se decidió en la última vuelta como suele ser habitual en Cheste, un trazado juguetón, casi casi de Scalextric.

EN LA LINEA Las dos carreras anteriores sí tuvieron su miga y desataron el entusiasmo del público. Nico Terol, un piloto que sin contar con una Aprilia auténticamente oficial --con su gran temporada se la ha ganado a pulso para el año que viene--, estuvo acosando a su compañero Corsi hasta la línea de meta.

Poco después, un no menos eficaz, dicharachero y poderoso Marco Simoncelli, que en Malasia hace 15 días se limitó solo a conseguir los puntos necesarios para proclamarse campeón sin meterse en líos, quiso demostrar, ante la afición de su teórico gran rival, Alvaro Bautista, quién es el que manda en la categoría de dos y medio. Y lo hizo a lo grande, no solo porque inaugurase un nuevo diseño para su Gilera que, el próximo año, cumplirá 100 años de existencia.

Si Corsi inició la última vuelta a Cheste entre el griterío de más de 100.000 espectadores y ganó sobre la línea, Simoncelli inauguró el último giro con el finlandés Mika Kallio, futuro piloto de MotoGP, pegadito a su colín y con ganas de complicarle su sexta victoria de la temporada. Pero si Corsi no tuvo más remedio que retorcer su muñeca derecha al máximo y hacer fuerza con los labios para vencer a Terol en el último suspiro, Simoncelli, el amigo de Rossi, cruzó la meta tan pancho como lo hizo Stoner. ¿Razón Kallio se cayó en la tercera curva del trazado al intentar, antes de tiempo, dar alcance al italiano de Gilera. Y de esa caída surgió el bronce de Bautista.

Fue un GP de despedida muy a la medida de cómo ha sido el campeonato, resumido por Livio Suppo, responsable de Ducati Corse, como "un Mundial en el que Rossi, Stoner y Pedrosa han corrido al margen de todos los demás, demostrando ser muy superiores al resto".

Un Mundial en el que el campeón ha terminado con más puntos que ningún otro campeón, al igual que el segundo. Y donde los españoles estuvieron ahí, en la pomada, pero sin más.