Sexta victoria de la temporada para el Cáceres 2016. Y con amplia diferencia sobre un rival directo, el Melilla. Hasta ahí, todo correcto. Todo lo demás invita a la depresión, porque pocas veces haciendo tan poco un equipo se ha llevado tanto. La explicación es sencilla: el rival era mucho peor que los verdinegros, lo cual a veces parecía difícil. En todo caso, los dos conjuntos demostraron ser firmes candidatos al descenso a la LEB-2.

Fue un partido desangelado, tanto en la pista como en la grada. El error de hacer coincidir el horario con el del Roma-Madrid no fue precisamente una invitación. El resultado es que prácticamente sólo acudieron los irreductibles del baloncesto local, que no llegaron ni a mil.

Parece que tanta frialdad y la ansiedad que ocasiona la mala racha de derrotas de ambos conjuntos se trasladó a la cancha. La primera parte fue la peor que se recuerda en muchos años, con un marcador ciertamente sonroja: 19-22. Tan pobre balance ofensivo provocó un sonoro abucheo por parte de la hinchada, que se pregunta constantemente cómo ha podido cambiar tanto su equipo en tan poco tiempo. Nada parecía funcionar en un Cáceres que se sostuvo a duras penas por su dominio del rebote. Su trabajo defensivo se limitó a esperar los fallos --eso sí, muchos-- del oponente. La crisis de identidad de varios titulares verdinegros es evidente, empezando por Ramón Moya, que no ve aro, y continuando por Dani López, rebasado en la creación de juego por Nando Vicario.

DESPERTAR Ante un Melilla desolador --mención especial para el decadente exinternacional Nacho Romero y varios extranjeros de chiste --, parecía claro que sólo había que buscar una racha positiva para ponerse por delante y luego despegarse. Esta llegó liderada por Josh Asselin, que pese a estar algo oxidado por llevar una semana sin entrenar hizo lo suficiente para marcar la diferencia, aunque lejos del impresionante jugador que emocionó a principios de temporada.

Un parcial de 8-0 en el inicio del tercer cuarto fue la espoleta para que no hubiese más partido. La mejoría en ataque conllevó que la defensa también transmitiese algo. No demasiado, eh, pero no está este equipo para florituras.

Poco a poco las diferencias se fueron ampliando. El Melilla, sin orgullo e inofensivo, se olvidaba de su único jugador interesante, Tomás López, y el Cáceres caminó placidamente hacia un triunfo que recuerda al obtenido hace tres jornadas frente al Ourense: ramplonería, pero barnizada de esperanza.