Viernes, 12.30 horas, sala de prensa del estadio Príncipe Felipe. Es como en la película "El día de la marmota": todo se repite exactamente como en la semana anterior. El entrenador del Cacereño, Manolo Sánchez, habla de sus sensaciones antes del partido del domingo: "Tengo una intuición grande. Estoy seguro de que vamos a dar la sorpresa y vamos a ganar". Lo dice sobre la visita al Celta B, el líder, pero también lo hizo sobre anteriores rivales. Siempre sin dar en el clavo: curiosamente el único día que no ha ofrecido una rueda de prensa prepartido fue la única victoria de su equipo esta temporada, ante el Montañeros, en un choque que se jugó en miércoles.

El semblante del mítico exfutbolista no ha cambiado con el paso de las jornadas y las derrotas, la última tan dolorosa como la del pasado domingo, con un autogol en los minutos finales ante el Universidad de Las Palmas (1-2). Continúa intentando comunicar un halo positivo que parece haber calado en los responsables del club, que no han dejado de expresarle (y hacerle efectiva) su confianza. "Estoy bien, estoy optimista. No quiero transmitir una sensación de debilidad. Reconozco que estuve tocado el domingo, pero el apoyo del club y de los jugadores me sigue dando fuerza", indica.

Como en anteriores viernes, viernes y viernes, Manolo asegura que no le preocupa su situación personal, ni si sería destituido en caso de resultado negativo. "Solo estoy interesado en lo que haga mi equipo, en que rinda al 100%, en que esté concentrado al máximo, que es como se consigue ganar".

Tampoco falta el habitual repaso a las desgracias de Rai en forma de lesiones ("espero que tenga fortaleza mental, que sea valiente, porque de aquí a un mes le vamos a tener en plenitud") ni el refrendo en su fe hacia el ariete Mauri ("ha entendido que le cambiase el otro día y jugará el domingo, ya he hablado con él"). Mientras, medita quién sustituirá al sancionado David Rocha y si fuerza a Tomás, con molestias musculares cada vez que compite al máximo nivel.

Manolo termina de hablar, se levanta, charla amigablemente con los informadores, coge su Mercedes y se va a su domicilio, con la secreta esperanza de que todo cambie.