Sucedía un buen día de aquel lejano año 1988. Un inquieto niño de apenas 10 años, de nombre Pablo Villalobos Bazaga, participaba por primera vez con la Escuela de Atletismo de Almendralejo en una prueba competitiva. Fue en la de la barriada de San Antonio de la capital de Tierra de Barros. «Quedé el 19», recuerda perfectamente el protagonista, el sorprendente campeón de España de maratón este fin de semana en Castellón.

«Siempre he dicho que yo no soy bueno, que lo que realmente soy es un ‘pesao’, un tío resistente». 38 años. Pura lucha. Pura convicción personal. Pura sangre sin fecha de caducidad en la larga distancia, en la montaña, allí donde se ha reconvertido su carrera, que promete y augura también triunfos. En donde sea.

Allí estará el extremeño. Allí donde pueda calzar unas zapatillas, sufriendo, pero con la sugerente misión de divertirse como principal prioridad. «Yo no voy a dejar de correr nunca», advierte. No es sorpresa alguna esta afirmación suya de ayer por la mañana, cuando su cuerpo se recuperaba de los 42 kilómetros y 196 metros recorridos triunfalmente unas horas antes.

¿Hasta cuándo a un nivel competitivo alto para alguien que ya desde niño ha estado entre los mejores? Él mismo lo desconoce, pero hasta ese momento, cuando ocurra, lo hará sin estridencias, pero sin pausa, con entusiasmo hasta ese final que tanto y tan bien está alargando. De momento su hoja de servicios para el deporte regional está jalonada de éxitos, incluida medalla mundialista, de pelea y de brega. 28 años desde aquella carrera primigenia en Almendralejo. En la base fue un dominador, después alguien siempre en el grupo cabecero y en su absoluta madurez un atleta que puede aún competir y ganar a los mejores.

El deportista extremeño, una referencia siempre, vuelve a lo más alto. Desde su domicilio madrileño, desde donde trabaja a media jornada desde 2009 para la Oficina de Atención al Deportista del Consejo Superior de Deportes, trata de asumir el éxito y el cansancio. «A veces, el día no tiene horas para mí», dice el fondista extremeño, que por la tarde entrena y también intenta sacar tiempo para su familia. Al menos, su mujer, Amaya Sanfabio, es también atleta. Todo se queda en casa. El sacrificio diario es global y grupal en una casa con indiscutible aroma deportivo.

Villalobos está incuestionablemente feliz. «Me duelen un poco los huesos», reconoce. «Pensaba que no iba a volver a estar ahí, arriba, y ahora estaba más con el tema de las carreras de montaña, y dentro de un mes corro en Tenerife con aspiraciones de entrar entre los cuatro primeros e ir al Mundial de Italia». Se presentó en Castellón sin presión alguna y ganó. Es la segunda vez que lo hace. La primera vez que fue campeón de España de maratón fue en 2011. En 2013 fue subcampeón en un año que aún le duele al no poder ir al Europeo por los muy discutibles criterios federativos. «Eso me dolió más que no ir nunca a unos Juegos Olímpicos», asegura el corredor.

Reconoce el almendralejense que su triunfo en Castellón fue «una sorpresa», pese a que haya habido ausencias como Javi Guerra, Jesús España o Iván Fernández. «Ganar un campeonato de España es, de todas maneras, muy difícil», subraya. Eterno.