El voleibol extremeño encara una temporada especialmente complicada en cuanto a sus clubs más representavos. De lo que pase esta campaña puee depender el futuro, que puede tomar dos caminos: o la prosperidad o la más absoluta humildad en cuanto a objetivos deportivos como tal.

Dirán los respectivos dirigentes que esa modestia ya estaba instalada aun cuando los equipos --dos, Arroyo y Cáceres-- estaban saboreando las mieles de la élite. En ésta, en la que han bajado el escalón hasta situarse en la Superliga 2, los mensajes son de más austeridad, como es lógico, y ninguno se pone como objetivo claro, al menos de puertas haca afuera, el del ascenso.

Admiro a gente de los dos clubs, con especial mención para Adolfo Gómez, ‘Tate’, entrenador-presidente del Arroyo, un hombre al que nunca se le podrá agradecer lo suficiente todo lo que ha hecho por el deporte extremeño, que ha sido mucho, entre otras cosas, algo que no ha logrado nadie, alcanzar la máxima división con dos clubs distintos.

El voleibol, ya lo he escrito por aquí en más de una ocasión, es el deporte que, en porcentaje, ocupa el primer lugar en Extremadura en cuanto a éxitos. No creo que haya quien me pueda rebatir esta afirmación, que además creo que es una realidad palmaria. Por eso hay que tener memoria para quienes lo han propiciado. También hay que recordar que están en liza otros clubs como el Pacense (éste también en Superliga 2) o el Miajadas, que están llevando un trabajo excelente, también con la cantera.

Y es que, fichajes puntuales al margen, hay que ponerse románticos en este deporte minoritario y recordar, o más bien celebrar, que en Arroyo de la Luz o en el Licenciados Reunidos cacereño se respira aire puro con olor a voleibol. Y esto ya merece un respeto, por no decir una reverencia a quienes lo hacen posible.