Más rápidos y seguros. Así son los actuales monoplazas de F-1. Bólidos que alcanzan con facilidad los 340 km/h y que soportan impresionantes impactos contra los muros o resisten acrobáticas volteretas como la protagonizada ayer por el Renault del italiano Jarno Trulli, el único piloto que le ha arrebatado este año una victoria a Schumacher, que lleva 10 de 11 porque el hombre de Renault le derrotó en Montecarlo.

Faltaban aún 20 de las 60 vueltas del GP de Inglaterra. Es decir, un tercio de carrera. Y Trulli marchaba en séptima posición, justo detrás del McLaren-Mercedes del británico David Coulthard, que no parecía funcionar tan bien como el de su compañero Kimi Raikkonen, que continuaba a rebufo de Schumi. Justo detrás de Trulli marchaba el español Fernando Alonso, que no lo tenía en su campo de visión.

Rotura imprevista

Trulli afrontaba, en ese momento, una zona muy rápida del circuito en la que, habitualmente, se alcanzaban los 260 kilómetros por hora. De pronto, el coche giró sobre sí mismo y el italiano perdió su control, estrellándose contra el muro de neumáticos de esa zona, regresando a la pista, girando de nuevo sobre sí mismo, haciendo dos trompos, y volando lateralmente, dando una voltereta.

El arco de seguridad instalado tras la cabeza del piloto y la dureza, la gran dureza, del cockpit construido en fibra de carbono, salvó a Trulli, que salió del coche por su propio pie al tener la suerte de que su monoplaza quedó boca arriba.

El hecho de que Trulli, cuarto clasificado del Mundial de pilotos con 46 puntos --13 más que Fernando Alonso, quinto, y 54 menos que el hexacampeón del mundo, Michael Schumacher--, diera señales de estar bien, permitió que el miedo se transformase, de inmediato, en serenidad. La presencia de un doctor en esa zona permitió que el galeno acudiese raudo y no hubiera problemas.