Ultimamente se está hablando mucho del apoyo a los deportistas de alto nivel en cuanto a la compatibilidad de sus carreras deportivas, con una exigente dedicación, con su formación académica y profesional de cara a afrontar una nueva etapa al final de sus carreras deportivas.

Muchas veces se achaca a esta exigencia y dedicación, sobre todos en deportes con una iniciación muy temprana, como un obstáculo para dicho proceso al que hay que añadir que, desde todos los estamentos (familia, entrenadores, federaciones, -), existe presión y políticas para hacer que estos deportistas tengan una mayor dedicación.

Sin embargo tampoco es cierto que un deportista se convierta en un desvalido, ya que hay muchos casos de una excelente compaginación del deporte y la formación académica y, aunque esta no exista, los deportistas acumulan, gracias a esta experiencia vital, una carga de valores y habilidades que les hace muy interesantes para el mercado laboral actual.

¿Cuál es el problema entonces? Desde mi punto de vista, se le transmite al deportista, aunque este haya compaginado su carrera deportiva con una formación académica, que no ha seguido el curso normal del resto de personas, como acabar la carrera y ponerse a trabajar de forma precaria en un inicio o preparar unas oposiciones. Por lo que el deportista piensa que ha perdido el tren profesional, que se ha quedado atrás y pierde confianza.

Por eso me atrevo a decir que los deportistas, nuestros mejores y más destacados deportistas, no necesitan que les regalen un puesto de trabajo sino que confiemos en ellos y, con una pequeña adaptación a sus características, triunfarán en el mundo profesional, igual que lo han hecho en el deportivo.