El Cacereño continúa en su particular nube. Sus acciones suben como la espuma y sus partidos transmiten la sensación de que es posible soñar. El triunfo de ayer ante el Ceuta, que le sitúa a un punto del líder Cádiz, viene a confirmar que es un serio aspirante a jugar la liguilla de ascenso. La ambición del entrenador y los jugadores no permite pensar nada más que en esa bendita posibilidad.

Tiene el Cacereño el don de la efectividad, cualidad que, mezclada con la osadía, conforma un cóctel que le explota en la cara a sus oponentes. El Ceuta fue un ejemplo más y cayó en los últimos minutos por la convicción verde y tan frustrado que no supo ni siquiera perder. Su entrenador, Antonio Montero, Nene , fue la viva imagen de la impotencia.

No fue, en cualquier caso, un ejercicio futbolístico de primer orden, aunque el épico final valió por todo. El Cacereño tomó ventaja gracias a la habilidad de Enrique casi en el inicio, cuando pudo engañar al árbitro en una caída ante Goyo en el área. Julio Cobos, fantástico, emuló a Panenka en el lanzamiento de penalti.

El equipo de Nene, escarmentado por los dos directos al mentón que le propinó el Cacereño en la Copa del Rey, se vio en la lona muy pronto, pero el grupo de Ismael Díaz no estaba ayer para rematar la faena tan rápido. El primer tiempo se perdió en la falta de acierto en el pase de unos y otros, con una total ausencia de oportunidades en las dos porterías. En la del Cacereño no hubo peligro, porque el trabajo defensivo de Cerveró, Pelegrí, Jurado y el reconvertido Pedro García --el mejor-- no permitió licencia a los visitantes. Tampoco los verdes mejoraron el balance ceutí.

SEGUNDA PARTE

En el segundo tiempo llegó lo bueno. El cuadro caballa igualó en un contragolpe precedido de falta y el encuentro tomó un rumbo incierto. Con su habitual desparpajo, Díaz introdujo cambios ofensivos y el partido se tornó áspero.

El Ceuta amagó con un par de contras, pero el Cacereño estaba en condiciones de pelear por los tres puntos. Con Francis y Tariq en el campo, los verdes buscaron todos los caminos del gol aprovechando el lujo global que tiene en las bandas. Los visitantes tuvieron que recurrir a las patadas para sobrevivir, pero a los locales les sale todo porque creen ciegamente en ellos mismos.

Tariq se inventó una penetración por banda izquierda que terminó, tras tocar de cabeza Juanma Cruz --el más pequeño de los jugadores que se encontraban en el área--, en Nacho Garrido. El pichichi verde, a la media vuelta, transformó en tanto y reivindicó, una vez más, su condición de indispensable. Era su décimo gol y el premio a un gran trabajo individual, que al fin reconoce la grada.

El Ceuta perdió los papeles, fueron expulsados Nené --el jugador-- y Nene, el irascible técnico, aquél que antes de la Copa menospreció al Cacereño afirmando que su equipo era mejor y que iban a salir victoriosos. De momento, tres de tres, pero en contra. Qué duro es el fútbol para los perdedores, y más para los que no saben hacerlo con deportividad.

Tras una tangana espectacular, el Cacereño remachó la faena con otro golazo, esta vez de Tariq. Fue el epílogo de oro. El Cacereño pone la directa. Ya no es un sueño: es una realidad. Este equipo vuela.