Un silencio tétrico recorrió el amurallado circuito Gilles Villeneuve cuando Robert Kubica impactó brutalmente a más de 300 kms/h contra el cemento. Resultó imposible no pensar en la muerte del piloto, en la tragedia. El polaco salvó milagrosamente su vida, pero el caos en el que se convirtió el GP de Canadá, los accidentes, las sanciones, las descalificaciones, las cuatro entradas del coche de seguridad cuestionan la viabilidad de los circuitos urbanos, de las carreras entre muros, de la maquiavélica idea de realizar grandes premios nocturnos. Siniestras carreras como la de ayer demuestran que en estos escenarios la F-1 deja de ser deporte para convertirse en una ruleta, en una ruleta rusa, en la que los pilotos se juegan la vida de forma estúpida.

Roland Ratzemberger y Ayrton Senna dejaron en 1994 su vida contra los muros de Imola, un circuito fuera ya del calendario de la F-1. Han pasado 13 años, quizá demasiados para las memorias frágiles, para quienes buscan show y negocio antes que deporte. Puede que Bernie Ecclestone y la FIA se hayan olvidado de estas dos muertes. En su afán de amasar dinero siguen manteniendo escenarios como el circuito Gilles Villeneuve, y peor aun, planean otros más peligrosos: el circuito urbano de Valencia debutará en el 2008, y el de Abu Dabhi en el 2009. Estudian, además otra carrera urbana en Nueva Delhi, una más en París, y más diabólico aún: una carrera nocturna en Australia o Singapur. ¿Pero se han vuelto locos

Kubica tuvo suerte de no morir, quizá obró el milagro la imagen de Juan Pablo II que luce en su casco, pero tardará en recuperarse de sus lesiones. Su cuerpo maltrecho, su pierna derecha rota, quizá haga recapacitar a alguien. Porque el polaco no fue el único en estrellarse.

RECORDANDO A SENNA El coche de seguridad entró cuatro veces en pista con los accidentes de Adrian Sutil, Kubica, Christian Albers, y Vitantonio Liuzzi también destrozaron sus coches contra los muros, los mismos que atraparon otra docena de coches en los entrenamientos. La carrera debió neutralizarse en más ocasiones porque Mark Weber, por ejemplo, llevaba su coche entre chispas al arrastrar una de las piezas de coches siniestrados con su rueda. Eso por no hablar de las veces que la colisión se evitó cuando no pocos pilotos atravesaron rectos las chicanes en las brutales apuradas de frenada.

Los cuatro accidentes generaron el caos total ante el escenario de una nueva reglamentación con el coche de seguridad que convierte las carreras en "una lotería", como confirmó Alonso. El asturiano había alargado su parada al máximo y ya estaba sin gasolina en la vuelta 24 cuanto el coche de seguridad entró por primera vez. No tenía otra que

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