El Tour 2006 tendrá un gran campeón. Y tendrá también dos grandes héroes, dos ciclistas que ya han levantado pasiones hasta el punto de devolver la fe y la esperanza por un deporte que parecía tocado de muerte. Desgraciadamente, todo apunta a que mañana Oscar Pereiro y Carlos Sastre despertarán de su sueño. Pero si caen en la contrarreloj final de la ronda francesa más divertida de los últimos años, no será para echarse a llorar, sino para aplaudirlos con fuerza y bien fuerte para que lo escuche también Floyd Landis. Chapeau . Desde la época de Eddy Merckx no se recordaba una fuga similar. Fue como si un seísmo asolase a la prueba. Para escribir un libro. Para filmar una película.

Fue un error enterrarlo. Landis no salió muerto de la ascensión a La Toussuire. Salió rabioso, cabreado consigo mismo y jurándose de que debía hacer algo enorme, majestuoso, algo que solo recordaban páginas amarillentas. Posiblemente este Tour pase también a la historia por los errores tácticos de casi todos los directores. El Tour 2006 se va a decidir gracias a dos fugas, la de Montélimar y la de Morzine, la de Pereiro y la de Landis. Y con una víctima entre medio: Sastre. Si su equipo hubiese apretado un poco más, solo un poquito en ambas etapas, hoy luciría el jersey amarillo en sus espaldas. Pero también hay que agradecerle a Bjarne Riis, su director en el CSC, que esa dosis de conservadurismo que ha aplicado desde el coche en las dos etapas, haya servido para que el planeta ciclista descubriera a Pereiro y lo convirtiese, ocurra lo que ocurra en la etapa de mañana, en una nueva figura mediática de este deporte.

En el año 2000, el desaparecido Marco Pantani trató de sorprender al estadounidense Lance Armstrong en una etapa calcada a la disputada en la jornada de ayer. El inolvidable Pirata atacó en el col de Saisies, a más de 130 kilómetros de la meta. Pero se derrumbó, se vino abajo, y antes de comenzar la ascensión a la Joux-Plane fue capturado por el pelotón. Landis, ayer, casi en el mismo lugar en el que atacó Pantani hace seis años, puso el Tour patas arriba. Comenzó a acelerar como un loco, porque este Tour es de locos, qué bien, y de repente se quedó solo. Nadie osó seguirlo. Gloria o el fracaso. No había término medio.

EL PRECEDENTE Algo así, algo tan sensacional, solo lo había hecho Merckx hace 37 años. Ninguno de los grandes campeones que en años sucesivos dominaron la prueba, incluidos los grandísimos Bernard Hinault, Miguel Induráin y Lance Armstrong habían realizado exhibición tan magnífica. Es cierto que nunca tuvieron necesidad de emplearse tan a fondo y desde tan lejos. De acuerdo. Pero el ciclismo se había vuelto demasiado aburrido, con tanto control, con tanta manía de reservarse hasta el último puerto y jugarse la victoria cuando aparecía la pancarta de tan sólo cinco kilómetros para alcanzar la línea de meta. Floyd Landis, Oscar Pereiro y Carlos Sastre ya han

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