Cierto, lo ocurrido ayer en la sesión que decidía la primera parrilla de la temporada de MotoGP puede que no tenga nada que ver con la carrera de hoy (17.00 horas, Movistar MotoGP TV). O sí. Quiero decir que el hecho de que dos pilotos no oficiales, es decir, de equipos satélites, es decir, sin motos pata negra, se cenasen a todos los magníficos (a excepción del tetracampeón Marc Márquez, que quedó emparedado entre ellos) y se convirtiesen en los dos auténticos protagonistas del primer sábado de la temporada, demuestra que aquellos que, como Valentino Rossi, pronosticaron el viernes que estamos ante el Mundial más igualado de la última década, tenían razón. Cuando Vale dijo eso, 14 pilotos estaban metidos en el mismo segundo y los tres primeros (Dovizioso, Petrucci y Rins) en 97 milésimas de segundo.

Tenían tanta razón que el Doctor aparecerá hoy en la tercera fila, junto a Dani Pedrosa y Jorge Lorenzo. Y que Dovi, el subcampeón al que todos creen ganador hoy porque, como dice Márquez, «es el que mejor ritmo tiene», tuviese que conformarse con la quinta plaza. Y que Maverick Viñales, que el año pasado se paseó y ganó a lo bestia en el iluminado trazado de Doha, arrancará desde la cola de la cuarta fila.

Porque lo que anoche hicieron los dos secundarios Johan Zarco (Yamaha, pole position) y Danilo Petrucci (Ducati, tercero) fue pelearse con el tetracampeón más joven de la historia de MotoGP y convertirlo en el jamón del bocadillo que el francés y el italiano construyeron en la primera fila. Márquez, que se conformaba con salir desde la segunda línea, rozó la pole y se mostraba más que contento por el resultado. Y era para estarlo, él fue el único magnífico que brilló a la altura de ese sobrenombre, los demás deberán demostrarlo hoy en carrera.

Zarco admitía haber dado una vuelta brutal, pero se mostraba prudente. «No creo tener el ritmo para pelear por la victoria pero, bueno, no descarto nada». Márquez, feliz con su segunda plaza, seguía viendo «muy favorito» a Dovi, pero advertía también que «si el triunfo se me pone a tiro, lo perseguiré». Y Petrux solo hace que decir que está «muy feliz y, sí, también apuraré todas las opciones» aunque es consciente que la jauria de magníficos vendrá a por él nada más apagarse el semáforo en un circuito con 1.000 torres de luz y 450 millones de lumens para iluminar la serpentina de asfalto.