Una turbamulta de trabajadores amenazados con perder el empleo mató a golpes a un empresario en la nororiental provincia de Jilin. El desasosiego por el paro ya se ha canalizado violentamente en China antes con manifestaciones y secuestros temporales, pero es la primera vez que acaba con la muerte de un directivo. Miles de empleados se enfrentaron después a la policía, con un saldo de un centenar de heridos.

El desencadenante fue el anuncio de despidos masivos en Tonghua Acero y Hierro, una compañía estatal que se halla en medio de un proceso de fusión con otra privada, Jianlong Acero. No ha sido un buen año para la industria metalúrgica en China, principal productor y consumidor mundial. Pekín intenta adelgazarla para incrementar la competitividad, a menudo con despidos y recortes de sueldos. Las últimas subidas del precio del acero eran la primera buena noticia que recibían en años los trabajadores de Tonghua, en su mayoría accionistas. Así que cuando les dijeron que 25.000 de los 30.000 serían despedidos en tres días, el optimismo mudó en violenta frustración. Chen Guojun, director general de la compañía, fue golpeado hasta morir tras anunciar la noticia en una de las naves de producción.

Poco querido

Chen era poco querido desde que se supo que su sueldo el año pasado fue de tres millones de yuanes (unos 300.000 euros), cuando los jubilados se iban con indemnizaciones de 200 yuanes (20 euros) por mes. Tras masacrar a Chen, miles de trabajadores cortaron las carreteras y la vía del tren, impidieron la entrada de ambulancias y se enfrentaron con la policía.

La rendición llegó a primera hora de la mañana. El Gobierno de Jilin anunció que posponía indefinidamente la fusión empresarial. Entonces, la prensa local informó de que se había recuperado la paz social. Esta era la segunda vez que Jianlong Acero intentaba comprar a Tonghua. Ambas son pesos pesados: la primera ocupa el puesto 158 del ranking de compañías chinas; la segunda, el 244. Jilin está en el este de China, pero más al norte que las provincias manufactureras. El conflicto es diferente al de Cantón. La causa es la absorción de empresas públicas por privadas.

La producción china ha pasado del monopolio estatal a la preminencia privada, y se han perdido los derechos laborales maoístas. Hasta no hace tanto, la unidad de trabajo destinaba a los chinos a una empresa, que le suministraba la vivienda. Era el tazón de acero de arroz, un mínimo para la supervivencia asegurado a todos. El proceso de privatización ha dejado a millones de trabajadores en paro, muchos con edad avanzada y pocas posibilidades de encontrar otro empleo, y con subvenciones misérrimas. Ese era el panorama que se les presentó a los miles de trabajadores de Tonghua antes de moler a palos al directivo Chen.

Paro para todos

La crisis de las exportaciones ha disparado el paro en el gigante chino, golpeando tanto a los más privilegiados socialmente (unos siete millones de universitarios buscan empleo) como a los desheredados (unos 20 millones de inmigrantes rurales de la China del interior han tenido que regresar a sus casas tras el cierre de fábricas). El número de conflictos laborales aumentó el año pasado hasta los 237.000 y afectaron a 1,2 millones de trabajadores. Supone un crecimiento del 98% respecto al 2007, según la Oficina Nacional de Estadísticas.