Si el martes fue la de cal, ayer tocó la consabida cucharada de arena. Unos mercados con operaciones de poco volumen y sin noticias de calado que marquen el rumbo quedan a expensas de un vaivén de baja intensidad y se ponen a dar suaves tumbos. Así llevan semanas y semanas, y ayer tocó el tumbo de bajada.

Las noticias continúan sin aclarar si el otoño económico será más o menos frío de lo previsto. Y así las cosas, los cautos inversores tienden a recoger un día los beneficios generados el anterior, y todo queda igual. El Ibex 35 cayó el 0,51%, hasta los 10.751,8 puntos, neutralizando los 0,38 puntos que subió en la víspera.

Ante la atonía de indicadores relevantes y reveladores en Europa, los de Estados Unidos siguen determinando el ánimo. La jornada se vio marcada por una producción industrial del país, unos precios a la importación y una actividad manufacturera en Nueva York decepcionantes. Wall Street se movía en positivo a una hora del cierre europeo, pero sin impacto.

Los valores energéticos europeos, además, se vieron castigados por una estimable caída del precio del petróleo, de más del 2%. Y la banca está inmersa en la redefinición de la regulación financiera, con la incertidumbre que ello conlleva. Una vez pactadas las nuevas normas de capital de Basilea III, ayer le tocó el turno a la Comisión Europea y sus planes para poner coto a los desmanes en los mercados de derivados. Las rebajas de calificación de algunas firmas españolas (Gamesa cayó el 2,75% y Grifols, el 2,45%) fueron la guinda del pastel bajista.

Prueba de la indefinición y el poco interés de la renta variable es que el oro volvió a marcar un nuevo máximo histórico. Pero, ojo, no durará para siempre, advirtió el financiero George Soros.

En el índice español, excepto Telefónica, que subió el 0,22%, el resto de los grandes valores bajó: Banco Santander, el 0,97%; BBVA, el 0,64%; Repsol, el 0,6%, e Iberdrola, el 0,49%.