Desde Pekín a Shanghái, todo lo que se ve en las fotos de satélite es una nube negra. La contaminación permite mirar directamente al sol desde la capital, en la que los contornos de sus edificios de cemento gris se funden con el cielo. El Gobierno chino se esfuerza en cumplir su promesa de unos Juegos Olímpicos limpios: ha creado un cinturón verde que abraza la ciudad y bombardea regularmente las nubes para que llueva. Pero a dos años de la cita olímpica, los días azules son cada vez menos. Donde a veces es necesaria una mascarilla de tela para respirar, se hace muy difícil imaginar a los atletas cubriendo los 42 kilómetros de la maratón a cielo abierto.

Un crecimiento económico soldado al 10% durante más de 20 años ha llevado a China al borde del colapso medioambiental. El problema lo agrava el uso abrumador de energías contaminantes (el carbón acapara el 73%) y un modelo que dista de ser un ejemplo de eficacia: el consumo energético por unidad del producto interior bruto (PIB) es siete veces mayor que el de Japón y seis veces más que el de Estados Unidos.

El Gobierno maneja términos como crecimiento sostenible y racional. La contaminación le cuesta cada año el 10% del PIB y más de 400.000 muertes. Según el ecologista Lester Brown, no quedarán en el 2031 suficientes recursos en la tierra para satisfacer su demanda. "China nos ha demostrado que el actual modelo económico no sirve". Además menciona una esperanza: la subida del crudo hace rentable las energías renovables.

Competencia tecnológica

En ese aire viciado y propicio ha entrado Acciona, el grupo español de servicios, con intereses en el sector eólico, que abrió recientemente en Nantong (provincia de Jiangsu, en el este) la mayor planta de turbinas de China, y la primera con tecnología española. Acciona se hizo con un contrato al que aspiraban las empresas General Electric y Siemens. Solo 14 meses han pasado desde la firma hasta la primera turbina fabricada.

Se ha creado una empresa mixta entre Acciona (45%), la Corporación de la Ciencia y la Tecnología Aeroespacial de China (45%) y la comercializadora hispanochina Inceisa (10%). Se han invertido 24,6 millones de euros. Acciona aporta 10 millones y su tecnología; los chinos, el resto del capital y la red de suministradores de componentes de calidad. Sus 100 empleados, seis españoles, producirán al año 400 turbinas eólicas de 1,5 megavatios, aunque el ritmo se puede incrementar hasta las 900 turbinas.

La empresa planea abrir en dos años otra planta en Mongolia Interior, una región con fuertes vientos, donde nacen las tormentas de arena que periódicamente asolan la lejana Pekín. "El riesgo de que nos copien la tecnología y nos eliminen del mercado es muy pequeño por la calidad de nuestro socio chino y nuestras expectativas de mercado", aseguró el presidente, José Manuel Entrecanales.

El mercado solo ofrece ventajas: apoyo gubernamental, bajos costes de producción y un mercado tan inmenso como virgen. India ya produce el triple de energía eólica que China, y Dinamarca ha demostrado que el viento puede abastecer hasta la quinta parte de la energía que necesita un país.

China adolece de un fuerte déficit energético y se ha volcado en las energías renovables, cuyo uso espera cuadruplicar en el 2010. "El pastel es tan grande que podría construirme la oficina de oro. Habrá pedidos para todos", decía un constructor extranjero. China pretende que los actuales 1.260 megavatios instalados lleguen a 5.000 en el 2010. Esta semana se ha empezado a construir en Jiansu su mayor parque eólico, que alimentará 400.000 hogares y alcanzará los 1.000 megavatios en 10 años.

El giro ecológico de China lo demuestra la presa de las Tres Gargantas, que en el año 2008 generará una potencia de 18.200 megawatios. No solo está en juego su medioambiente. Como explicó José Manuel Entrecanales, "la sostenibilidad se decide en China: si las energías renovables fracasan aquí, casi dará igual lo que hagamos en el resto del mundo".