Mario Conde cumplirá 61 años el lunes. Empleó seis años en licenciarse en Derecho en Deusto; otros 12, como abogado del Estado; cinco o seis, en el sector farmacéutico; seis, en Banesto y 15 años preso. El propio Conde resumió ayer así su periplo vital para explicar el sentido del título del libro que presentó ayer en Madrid. Se titula Memorias de un preso , porque eso es lo que ha sido durante una larga parte de su vida y porque aún lo sigue siendo, "en libertad condicional, gracias a Dios y al juez, sin restricciones".

Con un lenguaje de maestro zen, de quien está de vuelta de las miserias de este mundo --"nadie que no haya sufrido mucho debería poder ejercer el poder"--, pero con el mismo desparpajo chulesco que exhibió durante el largo juicio por el caso Banesto , Conde explicó que en su nuevo libro, escrito en las madrugadas de su celda, "no hay ningún ajuste de cuentas. Es un ajuste de hechos". Los hechos están ahí y relatarlos ahora, según dijo, ya no hace daño a nadie, porque a quienes podrían hacérselo "ya no están, o ya no ocupan los puestos que ocupaban".

No será el caso del Rey, de quien revela una comprometida conversación de la misma mañana en que el Gobierno de Felipe González decidió la intervención de Banesto. "Sobre las ocho, más o menos, sonó el teléfono privado. Al otro lado del auricular la voz indignada del Rey. Hablaba muy alto, casi gritando, presa de excitación evidente", relata Conde en su libro.

"--Me acaba de llamar el presidente del Gobierno. Me dice que va a hacer algo con Banesto... Le he dicho que eso es una locura, que no se hace en ningún país occidental, que a los bancos si tienen problemas se les ayuda, que eso no es de recibo...

"--Pues sí, Señor, parece que algo traman, pero ¿qué le ha dicho el presidente cuando Vuestra Majestad le hacía esos comentarios?", quiso saber Conde.

"--Que no me metiera en asuntos que tienen componentes políticos...", debió decir el Rey.

"--Pues eso, hágale caso. La monarquía no puede involucrarse en esto. No sé cómo va a acabar, pero es muy peligroso. (...) Y ahora le tengo que dejar porque me llama por la otra línea el presidente del Gobierno".

Este es uno de los episodios de lo que el libro denomina "la gigantesca mentira de la intervención de Banesto". Aunque el día de la intervención Conde negó en rueda de prensa haber hablado con el Rey, ahora entiende que no hace daño a nadie, porque Juan Carlos solo dijo algo sensato, "que a un banco con problemas se le ayuda".

Lo que es evidente es que Conde ya no despierta el mismo interés de antaño. Ayer, había muy pocos periodistas de información económica, política o de tribunales. Su aparición en programas de entretenimiento, como La Noria , ha destapado un Conde diferente. "Después de dos años de la muerte de Lourdes, ¿cree que puede volver a encontrar el amor?", preguntó un periodista interesado en los rumores sobre una nueva pareja del exbanquero. "No contestaré a eso", despejó. "Observo que sigue llevando los anillos de matrimonio", curioseó otro. "Hay cosas que nunca mueren", vino a decir Conde. "¿Qué tal le van sus negocios?" "Otro día podemos hablar de eso". Siempre con tono grave, con el micrófono en una mano, con la otra apoyada en una columna, chaqueta desabrochada, con total dominio de la escena. No se ha visto meditador zen con tal desenvoltura.