¿Cuántas historias guardará en la memoria Manuel Pizarro, no el presidente de honor de Endesa --que también--, sino el conserje desde hace 29 años del Hotel Villamagna? Cuando se le pregunta sonríe y reconoce que conserva en su mente deseos y necesidades de presidentes de gobierno, de altísimos ejecutivos, de deportistas, artistas, millonarios y de grandes damas. Podría escribir un libro, sino fuera porque lo mismo que él, las cinco personas del hotel que lucen en las solapas la llave de oro que les distingue en su profesión, están atados por el sacrosanto deber de la discreción. Trabajadores así son como los diamantes: muy escasos. Por eso, el Villamagna ha preferido ofrecer un año sabático a sus 175 empleados en plantilla antes que perderlos durante los 14 meses que permanecerá cerrado por reformas.

Aunque parezca más propio de una novela, "en un hotel como el Villamagna hay clientes que exigen que les haga la cama tal o cual camarera o están muy agradecidos con un trabajador que les ha recuperado un anillo del inodoro. Si se van, habría clientes que irían a otro hotel", explica el director de personal y desarrollo de organización, Antonio Méndez.

Tanto Pizarro como Enrique Rodríguez, uno de los 24 cocineros del Villamagna, reconocen que, por norma, nunca se le dice que no a un cliente y nada de lo que pida es imposible. Puede ser una entrada para la final de la Champions el día antes del partido o disponer de la cocina toda la noche por si se le ocurre tomar una paella. "Si es necesario salir corriendo a la calle a buscar arándanos, se sale", dice Rodríguez. Eso sí, pagando su justo y elevado precio, coinciden ambos empleados.

La cadena Hyatt, dueña del Villamagna, no se podía permitir --por una reforma-- perder toda la experiencia de la plantilla, un intangible que los franceses llaman savoir faire madurado como los vinos tras 35 de historia del hotel. Quien quisiera marcharse podía hacerlo con una indemnización de 75 días por año trabajado. Pero los 175 empleados han optado por quedarse con la promesa de que no se interrumpirá su sueldo durante las obras y con la garantía de que durante los tres años siguientes no serán despedidos.

Cuidar la línea

A pesar de que no se conoce una oferta laboral igual en el mundo, la empresa la ha mejorado con el programa Pause . La palabra no solo significa parada o intervalo en inglés, sino que sus siglas responden a lo que Méndez pretende con su plan: "Profesionalidad, aprendizaje, unidad, sonrisas y emociones". Cada trabajador ha tenido una entrevista personal para saber qué le gustaría hacer en este tiempo y conocer sus opiniones, Villamagna ha alquilado un local en Madrid donde se les da clases de inglés, de informática, de gestión, de comunicación, de expresión corporal, chi-kung , teatro, cine fórum, se hacen excursiones, una revista, tienen una intranet y hasta recorren el Camino de Santiago. "Es voluntario y se han apuntado 153 trabajadores. Todo con el fin de que aumenten su formación, se relacionen, estén ocupados y, a la vez, tampoco engorden ya que su trabajo es cara al público", dice Méndez.